Marcel Camus, víctima de su éxito

Cualquiera creería que haber ganado con un mismo film la Palma de Oro del Festival de Cannes y el Oscar de la Academia de Hollywood a la mejor película extranjera aseguraría al nombre del afortunado realizador un lugar en las enciclopedias y el reconocimiento eterno del cinéfilo.La presunción es acertada en el primer caso; no siempre en el segundo. A Marcel Camus, el francés nacido hace ahora un siglo, por ejemplo, no le falta un lugarcito en los diccionarios ni en las wikipedias, sobre todo porque el film que lo hizo famoso fue un éxito internacional cincuenta años atrás; en cambio, su nombre permanece bastante olvidado, incluso en los rincones del mundo en que su obra -la que lo elevó a una cumbre de gloria y le impuso, como los récords a los deportistas, la obligación de superarla- dejó el imborrable recuerdo de su música.En nuestro país, por ejemplo. Porque Orfeo negro (1959), traslación del mito de Orfeo a una favela carioca y en pleno carnaval, significó para los argentinos, a nivel popular, el primer encuentro cercano con Vinicius de Moraes y su poesía; con la música de Antonio Carlos Jobim (los dos eran autores de la pieza teatral Orfeu da Conceição , en la que se basó Camus), y la no menos seductora de Luiz Bonfá, cuya "Manhã de carnaval", tema principal del film, fue un hit cuyos ecos todavía perduran."A felicidade", verdadero clásico de la célebre dupla, nació especialmente para la película, que mereció unos cuantos reparos en Brasil a veces por las mismas razones por las que entusiasmó fuera de él: la belleza de los escenarios naturales de Río, el pintoresquismo de mitos y creencias que se veían muy exóticas, el júbilo contagioso y el colorido...

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