Un maquillaje para visitas ilustres

Hay que ver cómo estaban aquellos ejecutivos. Emperifollados, prolijos y a tiempo. Sus mejores trajes, caras frescas; predispuestos para jornadas largas.

"Traje tres camisas: una puesta, la otra para cambiarme después del almuerzo y la tercera a las seis de la tarde. Todo calculado", dice con apuro y prestancia el Gurú de la cortada de la calle Estomba.

La puesta en escena que se suele montar cuando llega uno de los popes de la organización mundial de visita a la filial local suele ser digno de relato. Todo en orden, a tiempo y con una importante cuota de modales impostados cosa que la foto que el sujeto se lleve de la Argentina y del management local sea la mejor.

Los días de visitas se preparan con mucha antelación. Cada minuto de la agenda está pactada, arreglada y chequeada. Las posibilidades de cambios o improvisación prácticamente no existen.

Todo empieza temprano. Cierta vez, el número uno de una de las principales automotrices del mundo andaba por Buenos Aires. "Es increíble la energía que tiene. A las seis desayuna, a las siete de la mañana ya tiene la primera reunión. Nada de café, sólo agua hasta el mediodía, almuerzo y sigue. Eso sí, por suerte a la noche cena temprano y termina la agenda", relataba un alto ejecutivo local, con evidentes signos de cansancio.

La cosa se revoluciona los días anteriores. En general, un asistente del CEO pide que se nombre un responsable local encargado de coordinar la visita. Luego se arma un comité de recepción. Muchas de las empresas mandan las recomendaciones de comida, gustos y hasta el auto o tipo de auto que se debe contratar para la ocasión.

Desde aquí se envía un archivo con datos del país. "La mayoría de los CEO viene de gira por otros...

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