Mañana londinense: entre palacios de moda, parques y restaurantes que preparan sus delicias

Estoy en Londres, salgo desde el hotel The Connaught, camino por la elegantísima Mount Street, en Mayfair, luego de varias tazas de café negro con Albert Roux, legendario cocinero francés que adoptó la nacionalidad británica luego de sesenta años de sabores en su templo, Le Gavroche. Llega con su bastón y paso dificultoso, es acogido por mozos y directores con afecto por su condición de eminencia. Me visita con su joven chef protégé, que pasará una temporada conmigo en el Sur, asando bestias a los cuatro vientos. Es la mañana temprana y todavía los palacios de la moda están cerrados, los restaurantes comenzaron desde el alba a recibir delicias. En Scott's van y vienen cajones de vieyras, pescados, arvejas y tomates. Un ordenanza de lustrina comienza a poner hielo picado en el gigantesco pedestal de mármol de Carrara, dentro de la sala, donde antes del mediodía descansarán sus bellezas los mejores pescados crudos y crustáceos del Mediterráneo, de los mares del Norte y de las costas de Escocia. A esta hora la calle les pertenece a los proveedores, que toman café entre balanzas, auditando peso y calidad. Es aquí, en este escenario de cajones y pequeños camiones, donde se define el sabor del Dover sole, de los goujons con salsa tártara, del grouse fétido, jugoso e irresitible, del roast beef que goteó por horas en el horno sobre el Yorkshire pudding. Será servido con horseradish y mostaza Colman's.

Camino por Davies Street, ya que mi verdadero desayuno será en el hotel Claridge's, que además de hacer deliciosos huevos Benedict tiene en sus espaldas siglos de historia; monárquica, aristocrática, intelectual, y también con algunos destellos de Hollywood que no logran brillar en tamaña cuna de alcurnia, parecen ilusorios en este contexto de medida, recato e inmaculada educación británica.

La primavera se siente en los enormes floreros del comedor y de la escalera principal. El servicio es impecable, silencioso, medido. Aquí reina una íntima privacidad, todo parece ser protegido por lustros de excelencia y dedicación.

Una señora baja las...

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