La malicia de la política y la fuerza de los prejuicios

Tras dos meses de padeceres al macrismo le había llegado el tiempo del gozo. Las marchas del sábado pasado lo llevaron sin escalas del infierno al paraíso. Pero, como dice Joaquín Sabina, la vida eterna dura poco. No habían pasado 48 horas y el Presidente se enteró de que se quedaba sin embajador ante el país más poderoso del mundo, al que viajará en menos de un mes.

La renuncia de Martín Lousteau no por esperada dejó de sorprender. "¿Cómo se explica que se vaya ahora cuando el Gobierno acaba de recibir una tonelada de tubos de oxígeno?", preguntaban retóricos los oficialistas, con menos ingenuidad que sorna. Y, entre ironías, surgió la mordaz hipótesis que difundieron hasta algunos ministros: "Rulos...

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