La mala onda, esa nefasta forma de hacer política

El presidente Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner

Con tal de no dar el brazo a torcer, el oficialismo prefirió el jueves votar en contra del cambio en la ley de vacunas, propuesto por la oposición en el Congreso, y en cambio, al día siguiente, apeló unilateralmente a un nuevo decreto de necesidad y urgencia para levantarles la barrera a Pfizer y a las otras vacunas norteamericanas que no podían entrar al país.

El Gobierno se perdió la posibilidad de demostrar que no está incapacitado para dialogar con otras expresiones políticas y reparar juntamente con sus adversarios lo que todos habían aprobado por amplia mayoría con la maldita palabrita "negligencia", que dejó caer la diputada Cecilia Moreau, por orden de Cristina Kirchner, según Elisa Carrió. Prefirió cortarse solo con un DNU, que viene a rectificar una ley, un procedimiento constitucionalmente discutible. Pero dejó en evidencia algo peor: si lo pudo firmar ahora, ¿qué le impidió a Alberto Fernández haberlo hecho al principio de este gran lío, el año pasado? Habría ganado tiempo, ahorrado inútiles debates y hoy no estaríamos acercándonos al número de cien mil víctimas mortales del Covid en este país.

El trauma grave de la Argentina es precisamente no poder entablar un diálogo permanente con personas que piensan distinto, algo cada vez más notorio en la alta política, nivel en que es crucial que se hablen y entiendan. Solo así, los problemas -cada vez más graves- dejarán de acumularse al arribar a soluciones consensuadas.

El espacio de esa imprescindible conversación serena para arreglar los desaguisados ha sido usurpado por toscas chicanas y modos vociferantes que repercuten y se repotencian en redes sociales y en cierta parte del periodismo. Al impregnarse de esas malas maneras, la audiencia también se volvió intransigente y binaria: aplaude y viva a sus dirigentes aun cuando se equivoquen, en tanto que lapida a los de la vereda de enfrente por más que puedan decir o hacer algo bueno. Sucede en ambas márgenes de la grieta. Un callejón sin salida. Puro griterío sin posibilidad de avanzar hacia ningún lado.

Cristina Kirchner, durante un acto en Lomas de Zamora, dijo que, tras la pandemia, "debemos hacer un gran esfuerzo para encontrar una forma de abordaje y de discusión de nuestros problemas". Algo que sonaría muy bien si no hubiese incurrido en sus habituales agresiones de grueso calibre hacia la oposición, a la que acusó de "odiar a los argentinos". Claramente no...

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