Macri, con sorpresas para el arbolito

El Presidente no lee los diarios por lo menos desde hace cuatro o cinco años. Sus asistentes le hacen un resumen matutino de lo más importante sólo para que esté al tanto de por dónde pasa el humor social y el periodismo.

La voz del Gobierno es la del jefe de Gabinete, Marcos Peña, quien cede el protagonismo a otros funcionarios cuando los anuncios suceden en áreas específicas. Gabriela Michetti, la vicepresidenta, funciona como líbero que tanto puede salir a clarificar sobre cualquier asunto gubernamental como acompañar en el velatorio a los familiares de las víctimas del ómnibus de los gendarmes, siniestrado en Salta, para marcar cercanía oficial (algo del todo inexistente en el gobierno anterior, con tragedias similares).

Desde Fernando de la Rúa ningún presidente hablaba en la cena de fin de año de ADEPA, entidad periodística vapuleada y demonizada durante la alargada "década ganada": el martes por la noche, Macri pidió en ese evento, una vez más, algo que no se escuchaba desde hacía mucho: "Necesitamos que la prensa nos marque los errores".

Y eso, precisamente, empezó a suceder en la semana que pasó cuando el primer mandatario se descolgó con el decreto de nombramiento en comisión de Carlos Rosenkrantz y Horacio Rosatti en el máximo tribunal de la Nación. Hubo, por cierto, un efecto novedoso que marcó reagrupamientos cruzados de la llamada "grieta". Algún diario fue excesivamente cuidadoso a la hora de presentar el tema y otros, hasta la semana anterior ubicados en veredas diferentes, se parecieron más a la hora de las críticas y dar libre juego a las opiniones de los entendidos.

Se sabe: al empezar un nuevo gobierno hay medios que se ponen excesivamente melosos -hasta en el equipo gubernamental bromeaban que en ese mismo periódico sólo faltaba la foto del Presidente en la sección deportiva- pero que, tras la etapa de embelesamiento, no sólo toman distancia, sino que se tornan demasiado ríspidos. Aquí también se pone en juego la credibilidad de cada cual.

Igual, una parte de la sociedad -ahora, incluso, en un porcentaje mayor al que lo votó en el ballottage- atraviesa en estos momentos el período de deslumbramiento inicial hacia el nuevo mandatario y lo expresa con poca tolerancia ante la menor crítica, por constructiva que sea. Es como si la gimnasia de la agresión ejercida en los últimos años por los ultrakirchneristas hubiese permeado también en el bando contrario y se muestran hasta insultantes con quienes osen discutir la polémica...

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