Maca Sánchez. 'Si un varón me dice que no sé jugar, me gusta desafiarlo'

En noviembre de 2018, en la cancha de Arsenal, la Selección Argentina de fútbol femenino goleó 4 a 0 a Panamá, en el primer partido del repechaje. Un resultado decisivo para conseguir el pasaje al Mundial de Francia , que comienza el 7 de junio, después de 12 años de mirar esa cita futbolística con la ñata contra el vidrio. La gran noche del equipo nacional -que por suerte no lleva el nombre de ningún animal de la selva- cerraba un ciclo de evolución deportiva y, sobre todo, de lucha tenaz de sus jugadoras para que las autoridades del fútbol les echaran esa mano y esos billetes que hasta el máximo talento necesita para expandir su horizonte.

Cerca de 13 mil personas asistieron al estadio de Arsenal en noviembre del año pasado para ver a la Selección femenina. Maca Sánchez estaba ahí, en la tribuna.

Sin apoyo ni asesoría del sindicato -masculino y solo masculino-, las chicas habían ido al paro para que les cedieran canchas en Ezeiza -sucursal verde de la AFA, equipada según usos y costumbres de las grandes ligas del planeta- y les pagaran algo más que los raquíticos $150 diarios de viáticos. Luego posaron a lo Riquelme, con las manos en las orejas, como quien no alcanza a oír, durante la Copa América de Chile, en la que terminaron terceras. Por la resonancia de la actuación en ese torneo o porque una foto provocadora se desliza a paso vivo en las redes sociales y, finalmente, en los medios más concurridos, las jugadoras de la Selección femenina entraron en la agenda deportiva -por la ventana, pero entraron- y conmovieron la impavidez vacuna con que las miraban los dirigentes de la AFA.

La noche de fiesta en Sarandí permitió verificar que el equipo no remaba solo. Cerca de 13.000 personas asistieron al estadio de Arsenal, una multitud inusitada para un partido de mujeres. No era un público inocente, claro. El aliento a la camiseta albiceleste avalaba, a la par del rendimiento deportivo, una reivindicación de género. Fue un partido fundacional.

Casi a la par de que la Selección femenina ganaba notoriedad, el nombre de Maca Sánchez saltó a los medios porque la echaron de su club y les inició juicio. Se convirtió en referente de un fútbol que lucha por salir del clóset.

Las jugadoras de la Selección femenina posaron con las manos en las orejas. Su reclamo fue finalmente escuchado.

En las tribunas, entre tantas futboleras exultantes, se solazaba con la exhibición Macarena Sánchez Jeanney, o Maca Sánchez, según la versión reducida que se convirtió en este tiempo en un mantra feminista. Jugadora de UAI Urquiza, último campeón del torneo de primera de la AFA, a Maca le faltaba poco para protagonizar -sin equipo que la rodeara- otro logro capital para el fútbol femenino. Pero no fueron goles, sino un despido lo que colocó a esta delantera de 27 años nacida en Santa Fe en el ojo de la tormenta. Una tormenta, a la larga, benéfica.

El 5 de enero, en pleno receso estival, su entrenador le anunció que la borraba del plantel. Lo dijo más diplomáticamente, pero sonó igual de abrupto. Y sospechoso. El hombre adujo motivos deportivos, quizá dio alguna precisión táctica o técnica, sin despejar, de todos modos, el tufo a represalia de la medida. Es que Macarena siempre ha sido incontinente en las redes sociales y acostumbraba -lo sigue haciendo- a despacharse a gusto, por ejemplo, contra las altas jerarquías del fútbol. Se ve que en algún momento resultó incómodo para el club y decidieron mostrarle la salida.

Foto...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR