Una luz ante la oscuridad

Durante los últimos siete días, los vecinos de la ciudad han podido ver un gran candelabro levantado en un parque público, en Avenida del Libertador y Tagle, cerca del monumento a Artigas. Desde el miércoles 17 y hasta ayer, al anochecer de cada día se fue encendiendo una vela más por la fiesta judía de Janucá, llamada también de las luminarias. La primera vela fue encendida en un concurrido acto, con una orquesta sinfónica, proyecciones de videos, cánticos, alocuciones y fuegos artificiales.

Esta fiesta evoca un episodio ocurrido en el siglo II antes de la era cristiana. El rey Antíoco IV Epífanes, usurpador del trono de la dinastía griega de los seléucidas en Siria, comenzó una dura persecución religiosa contra los hebreos, actitud que no habían tenido sus antecesores. En su odio a la religión judía despojó al Templo de Jerusalén de sus tesoros, saqueó la ciudad, obligó a seguir las costumbres griegas, prohibió a los hebreos observar la Ley de Dios (la Torá) y mandó echar al fuego los libros de la Ley. Muchos se dejaron arrastrar por la ola, se helenizaron, pero una pequeña familia, los Macabeos, se rebeló, y a pesar de ser pocos y débiles, con valor y con la fuerza de su fe, lograron la libertad, expulsando al invasor.

Al entrar Judas Macabeo -inmortalizado en la magna obra musical que le dedicó Händel en Jerusalén, fue su primera inquietud purificar el Templo profanado y restaurar el culto. En el desorden del recinto, sólo se encontró, escondida bajo el piso, una pequeña vasija de aceite de oliva puro, sellada con la insignia del Sumo Sacerdote, con aceite suficiente para encender la Menorá (candelabro) durante apenas una noche. Pero ese aceite ardió durante ocho días y eso fue interpretado como un milagro de Dios, que la comunidad israelita rememora cada año al celebrar la fiesta de Janucá.

Esa costumbre milenaria no estaba tan presente en esta comunidad en el país, o no era muy visible, fuera del ámbito del hogar familiar o de las sinagogas. Hace ahora treinta años que el movimiento jasídico tradicional Jabad Lubavich la llevó a la calle en 1984, venciendo posibles prejuicios y temores, intuyendo que Buenos Aires y sus ciudadanos serían capaces de apreciar esa celebración pública judía en un paseo tan transitado.

La libertad religiosa implica que la fe no quede limitada al interior recoleto de los templos o al ámbito impenetrable y respetable de la propia conciencia, sino que pueda manifestarse en la esfera pública, en un marco de...

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