Lula se siente cada vez más a gusto con los enemigos de Estados Unidos

Las declaraciones de Lula sobre la guerra de Ucrania generaron malestar en las potencias occidentales

PORTO ALEGRE.- El sermón de Domingo de Pascuas en una pequeña iglesia de Porto Alegre empezó con el Gloria de Resurrección y terminó con los demonios del comunismo nicaragüense.

Una de las razones que podría explicar que un sacerdote católico de Brasil tuviera en mente al dictador nicaragüense Daniel Ortega, a unos 3500 kilómetros de distancia, es que el obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez, está preso en un calabozo de Managua desde principios de febrero. Pero otra razón geográficamente más cercana apunta al presidente brasileño, Luiz Inacio Lula da Silva.

El párroco no mencionó a Lula, pero al escucharlo despotricar desde el púlpito parecía evidente que su diatriba iba destinada al líder socialista de 77 años, que volvió al poder el 1° de enero.

El 3 de marzo, 54 países firmaron una declaración conjunta de protesta contra los actos "egregios" de Ortega contra su propio país. El documento remarca "el deterioro de la situación de los derechos humanos de los pueblos originarios y afrodescendientes de Nicaragua, que enfrentan una creciente persecución, represión y discriminación", y agrega un reclamo por la liberación de los presos políticos, "entre ellos, dirigentes de la Iglesia Católica".

Nicolás Maduro y Lula

Ortega ha mandado al exilio a cientos de adversarios, incluidos sus opositores políticos más capaces. Pero el muy querido obispo Álvarez, que enfureció a Ortega cuando se manifestó a favor del regreso de la democracia en su país, se negó a abandonar el país, convirtiéndose en un símbolo de la resistencia nicaragüense. Ortega está tan preocupado por la oposición de la Iglesia Católica que este año prohibió la tradicional procesión de Viernes Santo.

El régimen de terror del líder nicaragüense es rechazado por líderes de todo el mundo y de ambos lados de la grieta política. De hecho, entre los firmantes de la declaración emitida en marzo en Ginebra se cuentan los gobiernos de centroizquierda de Chile, Canadá, España y Estados Unidos.

Pero Brasil se negó a firmar. Más tarde balbuceó una explicación sobre la búsqueda de diálogo entre Ortega y sus víctimas, que han sido perseguidas, golpeadas, encarceladas, deportadas y a veces asesinadas por su pacífica oposición a la dictadura militar que rige en el país.

El beneficio de la duda que le concede Lula al sandinismo no resiste el menor análisis y habría que preguntarse por qué se aferra a...

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