Luchador por siempre

Miguel Ángel Romano, uno de los más reconocidos y prestigiosos periodistas deportivos especializados en básquetbol de nuestro país, redactor y columnista de LA NACION desde 1980, murió ayer, a los 57 años, tras soportar una prolongada enfermedad. Sus restos eran velados hasta las 10 en Casa Romagnoli (Güemes 1625), en la ciudad santafecina de Coronda, donde nació.Si en este momento Miguel estuviera hablando conmigo sobre lo que voy a escribir, seguramente me habría indicado con severidad: "No vayas a empezar con toda esa melaza que termina empalagando".No es que jugara el papel del malo de la película, pero sentía que si un elogio desmedido ocultaba algo más no había posibilidades de crecer. Entonces, cuando veía algo que estaba mal, no le temblaba el pulso para ser tan duro en su opinión como creía que la situación lo merecía.Eso le trajo problemas. En Atenas 2004, después del triunfo ante Serbia con el último e inolvidable tiro de Manu Ginóbili, escribió una columna muy crítica por lo que él consideraba algunos defectos estructurales del equipo. Tan duro fue que algunos jugadores se molestaron y le dijeron que no iban a darle más notas. Miguel estaba enojado. Fue a la Villa Olímpica a buscar a los jugadores para sostener su idea sobre lo que había escrito. Por supuesto, terminó hablando con casi todos. "Si los halagos son enormes cuando hacen cosas geniales, las críticas tienen que ser igual de intensas si están haciendo algo mal", repetía.El básquetbol es un deporte bastante abierto para la opinión. Y aunque no estuvieran de acuerdo, jugadores, técnicos y dirigentes podían pelearse con él, pero lo respetaban. Su última lucha fue con la Liga Nacional, pidiendo avances en las vías de difusión, mejoras en la infraestructura de los estadios, etc. Seguro y protector de su trabajo, no dudaba en hacer docencia sobre el respeto con el que debían ser tratados los periodistas. Más de una vez le indicó a algún joven cronista con acreditación y sentado en el piso para ver un partido que fuera a exigir una silla para trabajar.Por eso apoyaba tanto el proyecto de Pepe Sánchez con Bahía Estudiantes. "Ése es el trabajo que tienen que empezar a hacer los clubes. El futuro de la Liga está ahí, hay que seguirlo a Pepe, hay que promocionarlo", comentaba, apasionado.En esa devoción por su deporte siempre pensó así. Creía que la Generación Dorada había logrado sus avances, entre otras cosas, por esa misma actitud de búsqueda de perfección, sin excusas y con un inconformismo...

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