La lógica de la necesidad

En los tres días que pasó en la Costa Azul, Cristina Kirchner desplegó su faceta más pragmática, desprovista de algunos de los rasgos progresistas que buena parte de sus seguidores se esfuerzan por detectar en cada una de sus acciones. Podría creerse que es un giro drástico: la misma presidenta que durante cuatro años intercaló la palabra "soberanía" en cada párrafo que dedicaba a Estados Unidos, que se confesó "decepcionada" por Barack Obama y que llegó a ordenar que se secuestrara en Ezeiza material bélico de un avión norteamericano celebraba ayer en público "el insoslayable liderazgo" de Estados Unidos, agradecía la "amistad" que le dispensaba el antes cuestionado líder demócrata y prometía en privado cumplir con compromisos económicos exigidos en Washington desde hace tiempo.Pero más que una conversión lo que se vio en Cannes fue lógica kirchnerista en estado puro. Desde sus orígenes en el poder, primero Néstor Kirchner y luego Cristina calibraron su relación con Estados Unidos de acuerdo con las urgencias que les impuso la política interna. Las filtraciones de WikiLeaks confirmaron cómo todos los embajadores y enviados norteamericanos al país terminaban en esa conclusión cada vez que debían explicar en Washington el porqué del tratamiento amor-odio que les dispensaban los Kirchner.En ese sube y baja, hoy el Gobierno considera prioritario recomponer el trato con Estados Unidos. La caja del Estado muestra señales de agotamiento y la crisis mundial amenaza con un 2012 de sequía. Entrar a la tormenta económica en malos términos con la Casa Blanca es un riesgo excesivo. Estados Unidos venía de votar contra la Argentina en las últimas reuniones multilaterales en los que se debatió la concesión de créditos. La suerte de las negociaciones pendientes con el FMI y el Club de París -que obstaculizan inversiones y fuentes de financiamiento- también dependen del sello de aprobación norteamericano.Desafiar a Estados Unidos paga en la campaña electoral. La Presidenta no desconocía la barrera que cruzó su gobierno cuando el canciller Héctor Timerman encabezó en febrero el operativo en Ezeiza, en el que se secuestraron equipos militares de un avión norteamericano que venía para un ejercicio militar. El malestar que eso causó en Washington había congelado al máximo la relación.Durante ocho meses, Cristina Kirchner trató de enviar señales sigilosas a Estados Unidos. Pedidos de paciencia...

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