Llamas de hasta quince metros en un barrio consternado por el incendio

Sentados en el piso y apoyados en la pared, los bomberos de La Boca recuperaban fuerzas tras batallar durante horas contra http://www.lanacion.com.ar/1661579-incendio-y-derrumbe-en-barracas-una-jornada-tragicaChupaban naranjas, comían sándwiches, bebían largos tragos de agua y sumergían las cabezas dentro de los tambores donde se enfriaban las botellas. Todos con la mirada clavada en un punto indefinido.Minutos antes, habían salido por el portón del galpón de la empresa Iron Mountain, por la calle Azara, el sector que no fue alcanzado por el fuego y que sirvió como salvoconducto para atacar el incendio por detrás. http://www.lanacion.com.ar/1661522-dieron-a-conocer-los-nombres-de-los-nueve-fallecidos, reconstruyó junto a LA NACION el oficial Roberto Alegre. "Sacamos a un bombero que era una bolsa de huesos y otros dos que parecían amputados, aunque entre el humo y el fuego no podíamos distinguir bien", relató con los ojos rojos y empapado por el sudor y el agua.En la otra esquina, de Jovellanos y Quinquela Martín, se produjo el derrumbe que provocó la muerte de nueve personas. Desde allí se estableció un perímetro en el que los bomberos podían acceder por varios puntos. Pasadas las 14, cuando el fuego estaba controlado, aunque no extinguido, una pala mecánica comenzó a remover los escombros que eran transportados en camiones de doble eje. El humo seguía impregnado en el aire y volaban trozos de papel quemado."Cuando la pared se cayó, sentí un estruendo terrible y se levantó una nube de polvo. El muro aplastó el camión de bomberos que tenía una escalera apoyada a la pared. Todos estaban desesperados y me sacaron de la esquina", contó Julio Osorio, que vive a media cuadra del depósito. El jubilado, de 75 años, pudo reconstruir los últimos segundos antes del derrumbe porque se encontraba a metros de donde ocurrió la tragedia."Era un despliegue impresionante para controlar el fuego. Me parecía raro que la autobomba estuviese tan cerca de la pared que estaban manguereando. El camión estaba justo al lado, a mitad de cuadra", comentó.Los hierros de lo que fue el techo del depósito terminaron retorcidos como si una mano gigante los hubiera estrujado entre sus dedos. Sobre ellos se movía el brazo de una grúa desde donde dos bomberos lanzaban agua en forma de lluvia. Las llamas, a pesar de las horas, reaparecían en los rincones más alejados de la debilitada estructura. "Desde adentro te dabas cuenta de que las paredes se podían caer. Cuando se forman grietas y se...

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