En la literatura siempre se pierde

El escritor Roberto Bolaño (Chile 1953-Barcelona 2003)

No puedo dejar de agradecer dos cosas, incluso de rodillas: el alejamiento de la ola de calor y que se haya dejado de hablar de los premios Oscar . No deja de sorprenderme el entusiasmo infantil con que ante cada nominación de una película argentina una parte de la sociedad y de los medios entran en una suerte de éxtasis, como si los premios tuvieran alguna importancia. Sin novedad en el frente no será una película memorable después del domingo pasado ni Argentina, 1985 dejará de tener su interés. Si uno se tomara apenas un segundo para recordar quiénes organizan, votan y entregan los Oscar (ni los críticos, ni los cineastas, ni los actores… sino la industria cinematográfica) podría volver a vivir tranquilo sin prestarles atención jamás. Pero los premios, por alguna razón, provocan en el público general la ilusión del reconocimiento. Una suerte de hipnosis. Como cuando asistimos a los trucos de un mago realmente talentoso.

No pasa solo con el cine. Lo mismo sucede con el mundo del arte en general, y con la literatura en particular. En ese sentido no hay grandes diferencias entre la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas y la Academia Sueca, encargada del Premio Nobel de Literatura. ¿Quién recuerda hoy los nombres de la mitad de los premiados? Es más fácil de memorizar la lista de los escritores que jamás lo obtuvieron. Supongo que uno de los mejores textos que se escribieron sobre la relevancia de los premios literarios es el cuento "Sensini", que Roberto Bolaño publicó en 1997 en su libro Llamadas telefónicas . El relato, en el que dos escritores se conocen a través de la participación en certámenes literarios de poca monta, está inspirado en un hecho real: cuando el chileno obtuvo la tercera mención en un premio de cuentos organizado en 1983 por el Ayuntamiento de Valencia y no pudo disimular la sorpresa al ver que quien había ganado la segunda mención era el argentino Antonio Di Benedetto. Bolaño había leído y admirado Zama , no sabía que Di Benedetto, como él, estuviera viviendo en España, y la coincidencia dio...

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