La literatura como pesadilla

Hay libros que te atrapan como una pesadilla hipnótica, de esas que te llevan gentilmente al otro lado, a la zona de las oscuridades no dichas, de las preguntas que temen ser esbozadas. Algo de esto tiene El juego de la mancha, una novela que es ciencia ficción, pero no; que indaga en la sociedad del fin del trabajo, aunque no solo eso; que da forma a una Buenos Aires espectral y a la vez extrañamente cercana. Como si, dispersas en ese relato, latieran las huellas de un silencioso escalofrío colectivo.

Su autor, el economista Eduardo Levy Yeyati, no es precisamente de los que cultivan el pesimismo. Sí la inquietud multifacética: decano de la Escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella, tiene varios ensayos y novelas en su haber, condujo programas radiales y televisivos y, entre otras actividades, fue director coordinador del Programa Argentina 2030 de la Jefatura de Gabinete de la Presidencia de la Nación. Pero en El juego de la mancha el economista proactivo le cede el lugar a un narrador que, con cierto guiño a los universos sombríos de Philip K. Dick o William Burroughs, construye un mundo adelantado apenas unos minutos al nuestro; un futuro de aquí nomás, en una ciudad como la nuestra, pero definitivamente arrasada. Y lo que la arrasa -al menos, en un primer dato- es la consagración de un modelo social en el que el empleo es una rara joya a la que acceden unos pocos afortunados. La Buenos Aires de El juego de la mancha es una ciudad más bien moribunda, de la que casi todos han huido. De día, pululan por sus calles las huestes de desocupados. Población sobrante: seres a los que nadie necesita, a quienes se les concedió la gracia de una módica pensión universal y que se dedican a vegetar, hora tras hora, café tras café, en los bares que aún subsisten. De noche, cuando unos y otros -empleados y desempleados- regresan a los barrios de la periferia (unos, eyectados por la velocidad de flamantes autopistas; otros, soportando el traqueteo del transporte público), la ciudad se hunde en el vacío y la anomia.

En ese mundo habitan Manu, Mario, Laura y Verónica, que alguna vez fueron amigos -y...

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