Leo Brouwer: 'No puedo dejar de crear música'

El hombre delgado de barba y anteojos que camina por primera vez por el bajo porteño quizá no acuse en su aspecto los 78 años que figuran en su documento. Pero la vida le ha dejado algunas marcas internas que templaron su espíritu. Leo Brouwer va en busca de un buen café en la templada mañana porteña. El del día anterior no estuvo a la altura de su expectativa, exigente y refinada. Hoy le sirven uno que sabe mejor. Digamos que, cuanto menos, quien es uno de los referentes globales de la guitarra de concierto, como intérprete y compositor, se merece un buen café.

Las obras de Brouwer son piezas ineludibles tanto para su estudio como para los programas de conciertos de guitarra. Nacido en La Habana, en 1939, ya demostró de chico un talento especial, destacándose por encima del resto. Y, sobre todo, dio muestras de templanza: perdió a su madre cuando tenía 11 años, sufrió un accidente en una de sus manos en la plenitud de su carrera (por lo que estuvo varios años fuera de los escenarios) y, tiempo después, un infarto. El espíritu de superación tiene en este hombre menudo un gran ejemplo.

Brouwer visitó la Argentina para recibir unos cuantos homenajes (el primero, a cargo de un ensamble de guitarras, ocurrió anteanoche) y ofrecer una serie de charlas abiertas y clases magistrales. Esta noche la Camerata Argentina, que dirige Pablo Agri, y con la participación solista del guitarrista Víctor Villadangos, interpretará Tres danzas concertantes y el Concierto elegíaco. Además, el espectáculo será transmitido en vivo por el sitio Web del Centro Cultural Kirchner.

-Me contaron que usted supervisó los ensayos de los conciertos. ¿Qué es aquello que no puede faltar cuando tocan sus obras?

-Aunque lo he hecho en algunas ocasiones, nadie puede componer de un golpe. Por eso las obras sufren un análisis constante hasta que las término. Una vez que me desprendo de ellas, ya no son de mi propiedad, sino de aquellos a quienes les interese interpretarlas. Hay leyes interpretativas, códigos y señales. Tempi y articulaciones que, en mi opinión, son el secreto de la interpretación. Y no se requiere más. Todavía estamos en un período contemporáneo que no demanda el rigor histórico que sí exigían los grandes clásicos del pasado. Especialmente los que fueron maltratados por falta de información, como los clásicos del Renacimiento y el barroco, sobre todo. Pero volviendo a mi música, lo ideal es que el intérprete conozca el diseño dinámico, la direccionalidad temática...

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