A fuego lento: moverse por la ciudad, una tarea reservada para valientes

Del horno a la heladera y de la heladera al horno. Así podría describirse la sensación de los porteños que, durante toda la jornada de ayer, debieron moverse por la ciudad con una http://www.lanacion.com.ar/1657753-buenos-aires-termicay, además, bajo un sol abrasador.Viajar en subte era tomar http://www.lanacion.com.ar/1657833-cuatro-personas-murieron-por-la-ola-de-calor-en-mendozaTrepar a un colectivo, una aventura digna del Sahara y caminar, sencillamente, era una invitación a terminar con la camisa, el vestido o el pantalón adheridos al cuerpo.El remanso de la heladera le llegaba al que podía refugiarse en un taxi, dentro de un shopping o en cualquier comercio donde el aire acondicionado se cotizaba tanto como las bebidas frías de todos los quioscos porteños.La calle, en síntesis, se convirtió en un verdadero infierno. "Es el peor día de calor. No pasamos esto en todo el verano", dijo Fabián a LA NACION mientras acomodaba varias botellas de agua mineral en el freezer ubicado junto a la reja de El Rosedal. Eran las 18.30. El sol empezaba a bajar, pero la temperatura seguía clavada en casi 37°. "Acá aguantamos abajo de la sombra, no hacemos más que esperar, porque no vino mucha gente."Lo que sí parecía un hormiguero era la estación Congreso de Tucumán de la línea D de subte. A pesar del calor, muchos de los pasajeros afirmaban haber tenido un viaje "normal", con poca gente. Pero, según la formación de la que bajaban, la percepción no era la misma. "¿Calor? Ufffffff, está tremendo", susurró un señor, con varios botones desprendidos de su arrugada camisa.A metros nada más, encerrados en una cabina metálica de pocas dimensiones, Walter y su compañero -empleados de Metrovías- sufrían la temperatura, pero con un poco de humor. "Se nos rompió el aire acondicionado, así que tenemos un ventiladorcito que no tira nada. Ajo y agua, a joderse y aguantarse", dijo Walter riéndose, a pesar de tener la cara enrojecida.Si afuera hacía 47° de sensación térmica, abajo llegaba, al menos, a los 55°, ya que al calor se le sumaba otro problema. "El tema acá es que no corre una gota de viento. Te mata la concentración de calor", sostuvo Leandro Russo, el dueño de un quiosco en la misma estación. Las gotas de sudor le caían por la cara. "Lo único que se lleva la gente es bebida, aunque esté caliente porque la heladera no alcanza a enfriar. ¿Los chocolates? Algunos los puse en la heladera porque se derretían todos", agregó, mientras vendía latas de gaseosas y jugos en...

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