Leloir, un ejemplo siempre vigente

Este año se cumplirá el 40º aniversario de una noticia memorable: el Premio Nobel de Química otorgado a Luis Federico Leloir por sus descubrimientos en el campo de los compuestos orgánicos denominados nucleótidos y su función en la biosíntesis de los hidratos de carbono. Esa consagración universal fue el logro de un científico austero que se dedicó de modo abnegado a la investigación y dejó el legado de una conducta ejemplar que merece ser recordada y difundida.Recibido de médico en la UBA, buscó orientación para su tesis doctoral. Una feliz mediación lo hizo contactarse con Bernardo Houssay, quien lo guió para elegir el tema de su tesis, más tarde premiada por la Facultad de Medicina. En 1935 dejó la práctica clínica e ingresó como ayudante en el Instituto de Fisiología que conducía Houssay. Allí inició Leloir sus trabajos en bioquímica, disciplina que venía creciendo en el tiempo de su vida, como solía decirlo. Buscó enriquecer su preparación en la materia. Para ello se trasladó a la Universidad de Cambridge, donde permaneció durante un año.A su regreso se incorporó al Instituto de Fisiología e integró un equipo de alta calidad profesional. Encaró el problema de la hipertensión y sus aportes coincidieron con los de otro investigador, Irving Page, de Indianapolis, de modo que sus descubrimientos fueron compartidos. Sus trabajos no menguaron por la escasez de recursos y las resistencias que emergieron. Chocó con los obstáculos que planteó el régimen político instalado en el país en 1943. Cuando Bernardo Houssay fue dejado cesante en el Instituto de Fisiología, Leloir se trasladó a los Estados Unidos. Allí se conectó con investigadores prestigiosos y siguió profundizando en el tema del metabolismo de los...

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