Lejos del agitado clima de Núñez y con el Káiser

River trató de concentrarse como pudo después de una helada noche de insomnio. Pasó de la caldera de Córdoba a la introspección del Hindú Club, en Don Torcuato, donde se quedará concentrado hasta pasado mañana, cuando definirá su permanencia en primera en el desquite ante Belgrano, que anteanoche se impuso por 2-0. Vértigo, reuniones permanentes, horas eternas y una fuerte custodia policial envolvieron al plantel de los millonarios en un momento límite de su historia. Puertas adentro, ardieron las orejas."Matar o morir". El mensaje, desplegado por unos 20 hinchas, se leyó en la puerta del Hindú Club, cerca de la ruta 202, donde los jugadores se instalaron por la tarde, ante la celosa y nutrida mirada policial. Fue la primera decisión ni bien la delegación aterrizó en el Aeroparque. La procesión sólo encontró rechazo. "La cabeza de Jota Jota", se leyó de puño y letra de un simpatizante. Ningún futbolista ni integrante del cuerpo técnico lo vieron porque el ómnibus los trasladó directamente desde la pista. Se evitó cualquier contacto con la gente. Se pensó en un corta práctica en el Monumental, pero la marcha de los hinchas motivó el cambio. Quiso refugiarse en el predio de Matías Almeyda, en Benavídez, pero allí estaba el seleccionado boliviano, que se prepara para la Copa América. Se buscó una reserva en el hotel Sheraton, de Pilar, pero no tenía disponibilidad.El camino hacia el Hindú Club se volvió eterno. Pocas caras dejaron verse detrás de las ventanillas. Otras se ocultaron detrás de las cortinas. Varios autos se dieron cuenta de que ahí iba el plantel de River y las reacciones fueron diversas. Algunos sobrepasaron la marcha del ómnibus con los pulgares para arriba. Otros, los más, con ademanes amenazantes.Horas después, cerca de las 18, se produjo lo que todos esperaban: el presidente Daniel Passarella, que no viajó a Córdoba, visitó al grupo y se concentró con él. Allí, en medio de gestos duros, se reunió con los referentes...