El legado

Neguev, ISRAEL.- En parte gracias al azar, en parte por la maravilla del encuadre, bien podría ser una instalación lo que en realidad resulta un encuentro incómodo: dos aves rapaces, un arbusto alicaído, unas cuantas bolsas de plástico. La belleza involuntaria de las ramas escuálidas, la danza aérea de los milanos, el nudo irreverente, múltiple y colorido que asumen las bolsas. El modo casual -se diría inocente- con que el plástico atenaza a la planta solitaria. La enreda, la oprime, quizá la asfixie. Nuestro legado. Pasará, pronto, el arbusto...

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