Los leales piden un último cadalso

En el mediodía del 13 de mayo de 2003, todavía con la expectativa de una segunda vuelta entre Carlos Menem y Néstor Kirchner, Julio De Vido, uno de los kirchneristas más poderosos de entonces, almorzaba en Buenos Aires con empresarios y fue interrumpido por uno de sus hijos. "Menem se bajó del ballottage", lo anotició. Además de hombres de negocios, acompañaban ese instante de euforia íntima del arquitecto dos comensales: José Estabillo, dirigente del Movimiento Popular Fueguino que gobernó Tierra del Fuego y preside ahora el Fondo Fiduciario Federal, y Juan Carlos Fábrega, todavía subgerente general de Negocios del Banco Nación.Si hubo incondicionales de la primera hora al lado de Néstor Kirchner, no habría que excluir a este mendocino que acaba de abandonar la y que creció profesionalmente en Río Gallegos. Pero la Presidenta suele relacionarse con el entorno de su marido más como divorciada que como viuda. tuvo que asimilarlo a los golpes. "Tenemos un margen de tres metros cuadrados, pero resistimos", suele graficar José María Olazagasti, su secretario privado.Fábrega no tuvo ni esa piel ni esa suerte. Si se las mira en perspectiva, sus penurias empezaron en realidad en enero, después del último salto devaluatorio, y fueron oportunamente adelantadas en público por Axel Kicillof: al día siguiente de la medida, el ministro atribuyó la devaluación a "maniobras especulativas" del banco HSBC y Shell.Fue el comienzo. La resistencia del mendocino resultó desde entonces precaria: aunque acertó con medidas transitorias que reportaron una paz cambiaria de cinco meses, nunca logró la confianza del Palacio de Hacienda. Kicillof hace siempre kirchnerismo a cielo abierto: aquellas declaraciones en caliente explican hoy la renuncia que colmó de desazón al establishment.Durante aquel fin de enero agitado, casi en simultáneo, Carlos Gonella, fiscal de la Procuraduría Adjunta de Criminalidad Económica y Lavado de Activos (Procelac), hombre vinculado con Carlos Zannini, recibía la instrucción de investigar a los bancos. La orden se extendió también a la Comisión Nacional de Valores, entonces a cargo de Alejandro Vanoli, hoy reemplazante de Fábrega; a la Unidad de Información Financiera; a la AFIP, y también a un organismo cuya respuesta la militancia juzgó lenta e insuficiente: el Banco Central.Suspicacias que los detractores de Fábrega creyeron corroborar dos semanas después. Suponen que el 6 de febrero, mientras el organismo daba a conocer que obligaría a los bancos...

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