El largo camino de Carlos Portaluppi

Portaluppi y una postal bien porteña

Sólo un gran actor como Carlos Portaluppi puede lograr que tengamos empatía con un personaje como el que interpreta en Hijos nuestros : un hombre gris, frustrado, agobiado por la soledad y la rutina de un trabajo que casi nunca genera estímulos, salvo que imprevistamente aparezca alguien y cambie el rumbo de las cosas.

En el caso de Hugo, el tachero fanático de San Lorenzo que protagoniza en la muy buena película dirigida por Juan Fernández Gebauer y Nicolás Suárez, la llave para empezar a torcer ese destino chato y desalentador es la llegada de Silvia (Ana Katz), mamá de un adolescente que sueña con transformarse en futbolista profesional y muta muy pronto de pasajera apurada a cómplice romántica. Hugo tiene una cita con esa mujer que parece haberle llegado al corazón, pero termina privilegiando una definición por penales del bendito Ciclón de Boedo. Que se curta, dirán muchos, pero lo cierto es que Portaluppi trabaja con tanta eficacia la humanidad del personaje que es difícil no identificarse con él, aunque sea intermitentemente.

Para que un rol pueda tener esa elasticidad, esa variedad de facetas, hacen falta talento y una experiencia que este profesional que hoy también es uno de los protagonistas de Bajo terapia , la exitosa obra de Daniel Veronese en la calle Corrientes, y pronto aparecerá en la serie de TV El marginal , empezó a forjar en la época de la Escuela Normal de Corrientes.

Por entonces, un Portaluppi adolescente sufría por quedarse fuera de todos los elencos de los actos destinados a celebrar fechas patrias. "Siempre elegían a otros. Una profesora de francés se enteró de que yo me había quedado con las ganas de hacer de San Martín, Belgrano o Sarmiento y me llamó para una de las obras del colegio", recuerda hoy.

"Yo tengo un hijo, y en la escuela en la que estudia él actúan todos, no hay elegidos -continúa-. Yo no tuve esa posibilidad. Pero en el 84 apareció esta profesora y pude estar en una obra de Florencio Sánchez que cambió todo para mí."

Después de esa revelación, Portaluppi se fue a vivir a La Plata, para estudiar Arquitectura. Llegó sólo hasta cuarto año de la carrera, pero en la universidad entró en contacto con gente interesada en la actuación y fue parte de un grupo que consiguió que un docente viajara una vez por semana desde Capital Federal para unas clases que incentivaron su entusiasmo por el teatro. "El tipo viajaba en el rápido, a las diez de la noche, y se volvía a las...

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