El lado B de la política, en la boda de Insaurralde

Algún día los cientistas sociales deberán agradecer a y los servicios prestados con su boda de la política. Tras el velo del jolgorio, el desnudan, como ningún otro episodio de estos días, las contradicciones que surcan la interna kirchnerista, las fisuras del massismo, las pasiones que está desatando la puja electoral en el mayor distrito del país y, sobre todo, la estética que profesa la vida pública en el crucial conurbano bonaerense.

Insaurralde fue el abanderado de en los comicios más dramáticos de su largo reinado: el duelo con , que sepultó la fantasía de una nueva reelección. La Presidenta apostó a él con tanta convicción que lo puso a los pies del para una acción de gracias por haber dejado atrás el cáncer y, ya que estaba, empapelar con la foto toda la provincia.

Aquella predilección vuelve mucho más desopilante la incomodidad del oficialismo frente al enlace de quien era su paladín hace apenas un año. La maquinaria mediática del Gobierno, con 6,7,8 a la cabeza, trituró a Insaurralde hasta devolverlo a un infierno del que no debería haber salido: el de los malditos años 90.

En esos años, el flamante esposo de Cirio contrajo matrimonio con Liana, la hija de Hugo Toledo, el inolvidable Donosornabuco del duhaldomenemismo. La defenestración fue uno de esos clásicos errores en los que incurre la burocracia palaciega cuando su jefa está distraída por achaques de salud. El fantasma que imparte absoluciones y condenas en la TV Pública no advirtió que el vituperado Insaurralde sigue integrando la bancada kirchnerista y que, transformado en diputado testimonial, regresará a la intendencia de Lomas de Zamora, para tal vez buscar la reelección por el Frente para la Victoria, como le exige su reemplazante, Alberto Carasatorre.

La postulación de Insaurralde como candidato de Massa para la gobernación quedó en suspenso. Una señal ostensible fue que Massa no saludó a los novios ni siquiera por teléfono. Se entiende. La incorporación de la política a la farándula, que prometía tan buenos resultados, está devorando a sus promotores. Massa no sabe cómo evitar que el enigmático culebrón de Martín Redrado, su ilusorio canciller, contamine su campaña y, sobre todo, saque de las casillas a Malena, su mujer. Fracasada la mediación de Juanjo Álvarez entre el economista y Luciana Salazar, Massa debió lamentar "que Redrado aparezca en los medios por su vida personal" y decir que quiere verlo "preocupado por resolver el problema de la inflación". ¿No tendrá...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR