La Kajita Feliz

"Como no tengo nada que ocultar, autorizo y requiero que se proceda a la apertura de las cajas de seguridad de las que soy titular." (De Florencia Kirchner.)

Julio Verne no pudo figurarse jamás que en una lejana Buenos Aires podría haber un funcionario de alto rango con una ametralladora tirando bolsos llenos de plata a un convento que no es tal y siendo ayudado por tres religiosas que confunden corrupción con latas de tomate y a las que no las conmueve un fusil apuntando a los pies de Dios.

Ray Bradbury tampoco pudo siquiera aventurar que una abogada exitosa que vivió la mayor parte de su vida como empleada del Estado iba a acumular una millonada de pesos, canjeada a dólares con la velocidad de un Fórmula 1 en choque violento contra el progresismo y el modelo de acumulación de matriz diversificada con inclusión social.

Nadie en la literatura -y parece que tampoco en la Justicia- vio venir a Lopecito ni a Cristina. Tampoco a Florencia, una jovencita de apenas veintitantos y con cinco millones de dólares en dos cajas de seguridad a su nombre.

En rigor -y para que no nos pase lo de Margarita- serían apenas 4.664.000 dólares, chirola más o menos. Otros ahorros tendría la niña en cuentas bancarias, pero el dinero electrónico no subyuga tanto como el "físico".

Si los casi 9 millones de dólares de Lopecito pesaban unos 90 kilos, según la policía, los ahorros de la joven en lockers de un banco sobrepasan los 46 kg, es decir, el...

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