Julio González: 'Hubo traiciones en el peronismo'

El país no fue el mismo desde la madrugada del 24 de marzo de 1976, cuando se produjo el último golpe de Estado. Un protagonista de ese final fue Julio González, quien en aquel gobierno anémico y desbordado era secretario legal y técnico de la Presidencia y secretario privado de María Estela Martínez de Perón. Fue el único funcionario de su confianza en el fatídico viaje en helicóptero. En diálogo con LA NACION, reveló detalles de las horas finales y la trama del golpe vivida desde el corazón del gobierno.

-¿Cómo fueron los últimos momentos del gobierno?

-Ante las versiones crecientes de golpe, la presidenta convocó con urgencia a las diez de la noche del 23 a ministros, legisladores y dirigentes sindicales -unas 40 personas- para informarles las gestiones del ministro de Defensa, José Alberto Deheza, con Videla, Massera y Agosti. Deheza explicó que los comandantes plantearon su disgusto por la situación del país, la guerrilla y el vacío de poder y dijo que habían acordado reunirse al día siguiente. Tan convincente fue que al salir de la reunión Lorenzo Miguel les hizo una apuesta a los periodistas de que no habría golpe. Después, la presidenta me pidió que la acompañara a Olivos.

-¿Y qué pasó?

-Repasé con mi equipo la agenda del día siguiente y fuimos al helipuerto de la terraza con la presidenta y el jefe de custodia, suboficial Rafael Luisi. Todo era normal. Como cada día, el jefe de Granaderos nos despidió con los honores del protocolo y subimos al helicóptero de doble cabina. La presidenta se sentó a mi izquierda. Apenas despegamos, Luisi advirtió que la nave tomaba otro rumbo: sacó su arma reglamentaria y, casi gritando, alertó que el helicóptero no iba a Olivos, sino hacia el río. La presidenta lo calmó, le pidió que guardara el arma y ordenó al edecán naval que averiguara qué pasaba. Los pilotos -uno de ellos era Lami Dozo- informaron que había un desperfecto en un motor y debíamos ir al Aeroparque, para después ir en auto a la quinta presidencial. Llegamos en pocos minutos y al pie del helicóptero se presentó un oficial de la Fuerza Aérea y le dijo a la presidenta que bajara de la nave. Yo exigí que viniera de inmediato el jefe de la base y le dije a la presidenta: "Señora, no baje por favor". A los quince minutos se hizo presente el jefe de la base, comodoro Crosetto, e insistió en que debíamos bajar.

-¿Qué pasó en el helicóptero en esos 15 minutos?

-Nada. Había un tenso silencio que no olvidaré jamás.

-¿Cómo siguió la situación?

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