¿Juegos de azar o de la política?

La apertura del Bingo La Noria, ubicado en una de las zonas más empobrecidas de Lomas de Zamora y, por esa perversa razón, una de las más atractivas para los empresarios del juego -a metros de la Capital Federal y justo enfrente de la terminal de transbordo de colectivos más transitada del conurbano bonaerense-, casi se concreta al final del mandato de Daniel Scioli, pero fue oportunamente bloqueada por presión de la Iglesia y la oposición. Hoy vuelven a alertar sobre el asunto la diputada nacional Margarita Stolbizer y el legislador bonaerense Marcelo Díaz, ambos del partido GEN. Los dos cuestionan que el lugar tiene como público cautivo a decenas de miles de bonaerenses de las clases medias y bajas que transitan por la terminal de colectivos.

La decisión sobre la apertura de la sala depende ahora de que el gobierno de María Eugenia Vidal autorice un pedido de la compañía española Codere para trasladar el bingo que funciona dentro de un supermercado, en Temperley, al nuevo lugar, cercano a un barrio densamente poblado y a pocas cuadras de la feria La Salada, donde la empresa, según trascendió, tiene todo listo para habilitar una sala de 2180 metros cuadrados, que se extendería luego a 3000, y pasar de 166 máquinas tragamonedas a 600.

Detrás de este proceso y de las gestiones para el traslado del Bingo La Noria figuran nombres de políticos vinculados directa o indirectamente a la industria del juego, cuyos intereses -ya sea a favor o en contra de la mudanza- están motivados por cuestiones políticas y económicas y no por las razones que han provocado el firme y contundente rechazo de la Iglesia, para la que "el juego de azar es un negocio que mueve gran cantidad de dinero para beneficio de unos pocos en detrimento de muchos, especialmente de los más pobres". No es ocioso recordar en este punto que el juego representa una de las principales fuentes del financiamiento de la política.

Es de desear que las autoridades bonaerenses impidan el traslado del bingo a una zona carenciada del conurbano, con independencia de que se aumente o no el número de máquinas tragamonedas ya que, como lo hemos señalado desde estas columnas, el juego es una costumbre perniciosa que los gobiernos deben combatir y no facilitar, y mucho menos valerse...

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