Juegan por la historia

La reunión debe ser aquí, no hay un sitio mejor. En el centro del Nuevo Gasómetro desnudo, vacío. Risas, bromas, distensión, en las horas previas de la efervescencia desmedida, de la locura existencial. La Copa Libertadores está acá, a la vuelta de la esquina de la ciudad deportiva. Se mira, pero no se toca. Hay tres hombres, tres símbolos, tres estrategas fundamentales en la travesía maravillosa rumbo a la gloria eterna, reunidos por LA NACION. Leandro Romagnoli, 33 años, el ídolo, el emblema, el capitán. La bandera que flamea San Lorenzo. Mauro Matos, 32 años, el goleador, con tres tantos, misma cifra que Nacho Piatti, la figura ausente. El artillero de área clásico, que marca el tanto en el 1-1 de la primera final, en Asunción. Sebastián Torrico, 34 años, el arquero, el caudillo del silencio, indispensable en la batalla en Belo Horizonte, el héroe en la definición por penales en Porto Alegre. "Desde chico sueño todos los días con este partido. Falta un paso para hacerlo realidad", cuenta Pipi. "Si pienso en mi pasado y lo llevo hasta hoy, no lo puedo creer. No quiero bajarme de la nube", suscribe el goleador. "Vamos a dejar el alma por conseguir el objetivo. Estamos preparados para dar el último paso", confiesa el guardavalla.San Lorenzo está encantador. Es un festín de ansiedad, esperanza y realidad. Vive las horas previas, acaso, más trascendentes de su apasionada historia. "Hay que estar tranquilos, sobre todo, porque definimos en nuestra cancha. No debemos llevarnos por la ansiedad de la gente", advierte Romagnoli. "El primer partido ya quedó atrás. Fue el gol más importante de mi carrera, pero no lo festejé mucho porque nos empataron en el final. Que la gente se quede tranquila: el equipo va a dejar la vida", comenta Matos. "Somos un equipo sólido, que no pierde la calma, por fortuna. Y con el apoyo de la gente, vamos a tener una marcha a favor", dice Torrico. Cada uno, a su manera, fue sustancial en la autopista hacia la gloria eterna. El ídolo, el goleador, el héroe. Hay que abrir la puerta para describir a cada una de las figuras en la angustiante primero, maravillosa después, Copa Libertadores.El número 10 no era un preferido en los primeros tiempos de Edgardo Bauza. Entraba en los últimos minutos, para tener la pelota, para ser peligroso en los metros finales. Su gambeta, antes chispeante, se convirtió en una masa experimentada y pensativa. Dos incidentes, en el trayecto, suspendido por un final escandaloso en Ecuador y expulsado (por error)...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR