Un joven talento que vive de prisa

"Escuchar nunca hace daño", le dijo, una tarde, mamá Nuria a su hijo, un adolescente de 16 años, de cara aniñada y mirada de adulto. Un tal Arsene Wenger, de profesión entrenador de Arsenal, un poderoso conjunto inglés, era la voz en el teléfono. "Sos el hombre que necesito para darle valentía a la zona media", le dijo el DT al niño que apenas se divertía en las divisiones menores de Barcelona, días después de un concluyente 6-1 del equipo catalán al conjunto inglés en un juego de cadetes. Cesc Fábregas archivó su carnet de asociado catalán por un anhelo británico. Abandonó el Mediterráneo por el magnetismo londinense. Allí se hizo famoso, querido, reconocido, figura, pieza decisiva en el rompecabezas defensivo de Arsenal, finalista de la Liga de Campeones. Y saltó, también, al seleccionado español, luego de una precoz carrera maratónica.

Intimo amigo de Lionel Messi en las divisiones menores catalanas, con un paralelismo parecido entre ambos y sus orígenes -Leo y Cesc apenas fueron descubiertos por sus coterráneos desde otras latitudes-, este chico seguro, de buen decir, bautizado de pequeño como Quico -un apodo que siempre odió- se crió en la cuna de una clásica familia de clase media en Arenys de Mar, sin privaciones y con sueños de futbolista. Hijo de Nuria y Francesc -heredó de su progenitor el mismo nombre, devenido en Cesc, a secas-, el joven sabe inglés y francés, además del castellano y catalán que lleva en su sangre.

Admirador de Pep Guardiola, los seis años entre purretes barcelonistas crearon su estampa de volante guerrero y habilidoso, de fina estampa. Wenger quedó tan maravillado con su clase como sorprendido con la rapidez de su respuesta. "Es la oportunidad de mi vida. Lo tengo decidido: me voy. No puedo perderme esta ocasión", señaló, mientras guardaba en el ropero su primera camiseta azulgrana. Y ya van tres años en New Barnet, su hogar, a unos 30 minutos de Londres.

La mayoría de su tiempo la disfruta en los rígidos entrenamientos en Highbury, sus estudios empresariales, el vicio de Internet, las ocho horas semanales de inglés "británico" y el tiempo transcurrido en los museos londinenses, siempre de la mano de Carla, su novia, una exitosa gimnasta de Cataluña, con un futuro aún más promisorio.

Creció rápido Fábregas. Primero suplente de Patrick Vieira -otro de sus admirados hombres del medio campo- y luego titular indiscutido, se convirtió en el...

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