José Campusano: 'A mí el cine norteamericano me parece decadente, obsceno, repetitivo'

Deseo, perseverancia y trabajo. Ésas son las premisas que vienen impulsando desde hace un buen tiempo la carrera de José Celestino Campusano, una de las apariciones más originales del cine argentino de los últimos años, director de películas como Vil romance (2008), Fango (2012) y Fantasmas en la ruta (2013), historias del conurbano profundo contadas con talento y evidente conocimiento de causa. Hoy se estrena El Perro Molina, otro film con el sello inconfundible de Campusano, esta vez con una trama que cruza el policial y el melodrama (ver crítica en página 2). Y no es la única novedad: también están en carpeta "una película multiprovincial titulada Desde el umbral, que se filmará en la Patagonia y el norte del país; otra cuyo escenario será Esquel [Chubut], y los ajustes finales de Placer y martirio, con un elenco de un estrato pudiente y consumista, una historia basada en hecho verídicos y desarrollada en Puerto Madero, Palermo y Belgrano, que cuenta las aventuras amorosas de mujeres de más de 40, con casos de prostitución masculina incluidos", revela el incansable director de Quilmes.

Campusano acaba de fundar su propia productora, Estudio Chroma-Ruta II, en cuya página aparece un breve currículum que también refleja su hiperactividad: "Es productor ejecutivo de numerosos proyectos independientes, ayudando de esta manera a promover el cine joven en todo el país. Es creador de la productora Cinebruto, presidente del Cluster Audiovisual de la provincia de Buenos Aires y presidente de FARA [Federación Audiovisual de la República Argentina]".

-¿Qué diferencias hay entre El Perro Molina y sus otras películas?

-La diferencia fundamental fue que esta vez contamos con un dinero en las instancias previas a la filmación. Y que pudimos comprar, con la nueva productora que armamos, nuevos equipos. Eso nos permitió mucho despliegue: grúas, travellings, todas posibilidades técnicas que pueden mejorar una película.

-Se suele decir que la escasez de recursos obliga a agudizar el ingenio.

-Sí, pero a mí me encanta filmar con equipo. En El Perro Molina se nota que, desde el punto de vista estético, pegamos un salto importante. Cuando no tenés equipo y encima el cronograma de rodaje es ajustado [porque hay que alquilarlos y usarlos más tiempo cuesta más plata], sentís una presión constante, es una gran complicación.

-Se habla mucho del ritmo narrativo de sus películas y se lo asocia con el del cine estadounidense. ¿Qué opina al respecto?

-Me parece...

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