José Castro, el silencioso juez que hace temblar a la monarquía española

MADRID.- Tiene hasta el nombre de un tipo común: José Castro. A los 67 años, este hombre con fama de parco, que suele ir a trabajar en bicicleta, vestido de sport y con los anteojos colgados al cuello, acaba de http://www.lanacion.com.ar/1654037-decidida-a-dar-pelea-hasta-el-final-la-infanta-se-resiste-a-renunciar-a-sus-derechos-dinastia la monarquía española en los 40 años que lleva al frente del Estado.El Día de Reyes -feriado en España- Castro llegó, sigiloso, a su despacho de los tribunales de Palma de Mallorca con un pendrive en el bolsillo. Abrió un archivo de 227 páginas, lo imprimió y dejó firmado el texto que al difundirse, la mañana siguiente, desataría un terremoto político: el auto de imputación de la infanta Cristina por lavado de dinero y evasión fiscal,http://www.lanacion.com.ar/1650147-espana-acusaran-al-yerno-de-los-reyes-de-delitos-penados-con-23-anos-de-prisionde su esposo, Iñaki Urdangarin.Era el momento más dramático en la carrera de este juez de provincias a punto de jubilarse. Pasó tres años reconstruyendo la trama del Instituto Nóos, la falsa ONG con la que Urdangarin firmó contratos millonarios con el gobierno de las islas Baleares. Le faltaba dar un paso más. "No iba a pasar a la historia como el juez que no se animó a imputar a la hija del rey", le dijo a un allegado.Soportó presiones políticas veladas y explícitas, recolectó pruebas durante nueve meses y al final alumbró la decisión de citar a Cristina. Quiere que explique su participación en Aizoon, una empresa sin actividad aparente hacia la que Urdangarin desvío parte del dinero público que obtenía con el Instituto Nóos.Desde que destapó el caso y sentó en el banquillo de los acusados al yerno del rey, el juez Castro se convirtió en una celebridad a pesar de sí mismo. Nació en Córdoba (Andalucía), recorrió media España en puestos judiciales menores hasta recalar en las Baleares en los años 80. Es divorciado, tiene tres hijos y vive solo.Insomne, suele pasar las madrugadas puliendo sus escritos, a los que adorna con toques literarios. El auto sobre la infanta está plagado de ironías, como cuando describe los llamativos gastos que los duques de Palma atribuían a su sociedad mercantil como parte de la supuesta maniobra de evasión y blanqueo...

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