Joaquín del Carril: 'Recordar que fui a comprar droga con mi hija, a las 10 de la noche y a un lugar inhóspito, es parte de mi sanación'

"Doy charlas en colegios, equipos de rugby y empresas porque quiero dar esperanza de que se puede salir de las adicciones", dice Joaquín

Era otro día normal en el colegio St. Brendan’s, del barrio porteño de Belgrano. Joaquín "el Flaco" del Carril observaba a uno de sus compañeros y notaba cómo el joven se dirigía a los demás. Era extrovertido, no parecía tener inconvenientes para sociabilizar, se divertía. El espejo, al Flaco, no le devolvía la misma imagen.

"Sentía que era todo lo opuesto a mí, que yo nunca iba a ser así", le cuenta Joaquín a LA NACION . Él, por el contrario, presentaba dificultades para concentrarse, tenía hiperquinesia, y los exámenes le eran devueltos con baja calificación. Joaquín la estaba pasando mal, pero no podía decirlo con la claridad con la que lo verbaliza hoy, a sus 54 años. El Joaquín de los 17 no tenía las herramientas para hacerlo. A esa edad, cuando consumió por primera vez, sintió cómo su verborragia se volvía incontrolable. Era el chico que se movía con comodidad y no el que esperaba los fines de semana para irse al campo. "Siempre, desde muy chico, lloraba abrazado a mi caballo porque no quería volver al suplicio del colegio" , reconoce sobre sus días en el campo La Junta de Lonquimay, La Pampa, su "lugar en el mundo".

Cuando empezó a jugar al rugby en CUBA (Club Universitario de Buenos Aires), sintió que había encontrado un propósito y llegó a la primera división. A los 33 años, dejó el deporte y no pudo asimilarlo . Su adicción, que había comenzado más de una década atrás, empeoraba.

Joaquín del Carril jugó al rugby en primera división durante 14 años

La primera vez que se chocó con la realidad fue en St. Brendan’s y, luego, cada vez que la vida le daba un revés, como la separación de la madre de sus hijas, Lola, de 25 años, y Carmela, de 22. "Yo le llevé unos pasajes para irnos a México y ella me dijo que se quería separar. Estaba tan aislado de todo, que no registraba mi entorno" , recuerda sobre ese consumo desenfrenado que prosiguió hasta que un día tocó fondo.

"Paré el auto y me puse a llorar como cuando era chico. Sabía que tenía que parar, y pedí ingresar a la comunidad", explica. La Comunidad Cenacolo tiene cuatro casas en la Argentina: tres de hombres en Pilar, Mercedes y Catamarca; y una de mujeres, en Villa Rosa. Fue creada por una monja italiana, Madre Elvira, y es gratuita .

A sus 49 años, el Flaco fue recibido por un "ángel custodio" de 25 y estuvo allí casi dos años. Cuando salió, ya había cambiado de rumbo. Empezó a trabajar para PEGSA, la productora del ex Puma Agustín Pichot, a quien le agradece el apoyo. "¿Cómo no te voy a bancar?", le dijo el excapitán de Los Pumas . Gracias al acompañamiento de sus amigos y su familia, hoy puede hablar.

"Ahora sabe comunicar lo que siente", le asegura a este medio su hija, Lola, su gran sostén junto a Carmela. En efecto, Joaquín ya no es ese joven tímido. Joaquín ahora llama a las cosas por su nombre. Joaquín comparte para salvar.

—¿Cuánto incidió en tu consumo el aspecto emocional?

—Siento que las adicciones no pasan por las sustancias. Si uno llega a eso, es porque hay un trasfondo emocional, en mi caso de armado de personalidad. Tenía una herida mayor sobre la que me di cuenta mucho tiempo después. Yo tenía hiperquinesia y trastorno por déficit de atención con hiperactividad , más todos los rasgos que tiene un adicto, como la hipersensibilidad. Estaba en movimiento constante, con cero paz y concentración. En ese momento, iba al colegio inglés St. Brendan’s. Había que estudiar y luego ir a la facultad, pero yo no pertenecía a ese sistema.

"El Flaco" del Carril, de la reticencia a pedir ayuda a la comunidad que lo salvó

—¿Cuándo notaste esa falta de pertenencia?

—Nunca tuve dudas...

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