Jesús Medina: el sacrificio y el empuje para volver a correr

El 15 de diciembre de 2010, la ciudad era un horno. Parecía que había llegado antes de tiempo el verano y era todo un desafío salir a competir bajo el sol para los caballos y los jockeys. En ese contexto, Jesús Medina cruzó el disco del hipódromo de San Isidro en el tercer puesto a bordo de Sound System, se sintió agotado y cuando llegó a su casa le anunció a su mujer, Eugenia: "No corro más".

Hoy, a los 39 años, a más de un lustro de aquella tarde, el entrerriano está otra vez en carrera. Sabe que aquella decisión fue inevitable, vital para su salud. También resultó una enseñanza para la oportunidad de volver a calzarse los breeches y la chaquetilla. "Tomaba pastillas para adelgazar porque me costaba mantenerme en peso y eso me provocó una arritmia. Los médicos no sabían nada, pero me hicieron estudios y tuve que dejar el tratamiento. Fue una macana y casi no la cuento", recuerda este padre de dos mujeres y tres varones. Enseguida tomó conciencia de la gravedad de la automedicación, desechó todos los comprimidos y pensó en un pet shop, un plan B para su vida laboral, lejos de los caballos y cerca de su casa, en San Miguel.

La balanza es para los jinetes como el espejo para las modelos. El paso del tiempo requiere mayores sacrificios para conservarse en forma. Salirse de esa ruta hace perder el rumbo. Nada en lo que Jesús fuera a pensar a los 9 años, cuando su físico pequeño era ideal para apilarse en petisos en competencias que se hacían en campos de Gualeguaychú, donde se crió y volvió a sentir el gusto por las carreras, en noviembre pasado.

Medina llegó a pesar 74 kilos. La cría y venta de perros le permitían llenar la heladera, pero no le colmaban el apetito profesional. "Fueron más de cuatro años sin andar a caballo. Estaba muy triste. Mi papá, Pedro, que es entrenador y nunca me había dicho nada de ningún triunfo mío, me decía que si yo no era jockey no tenía sentido para él ver carreras. Yo soñaba todas las noches que corría", confiesa, apesadumbrado, como si las imágenes de aquellas madrugadas se mantuvieran despiertas.

"Una mañana me levanté, casi exaltado después de otro de esos sueños, y le dije a mi mujer que iba a volver a correr. Me miró y se rió; no me creyó. Empecé a ir a trotar, a cuidarme en las comidas, y cuando estaba en 61 kilos volví a arrimarme a un hipódromo", profundiza el jinete. En el paso siguiente se involucraron su amigo y ex jockey Marcelo Ruiz, el entrenador Rubén Quiroga, el peón Ezequiel Garzón y Héctor...

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