Javier Sotomayor: 'Mi marca no es eterna, algún día otro saltador me puede superar'

Lejos está Javier Sotomayor de hacerse sentir una leyenda del atletismo en el trato cara a cara. Al contrario: estrecha su mano con calidez y charla en un tono humilde, esbozando una permanente sonrisa. Evidentemente los años lo han ablandado, porque en sus épocas de gloria, cuando deslumbraba con sus récords de salto en alto, era un atleta con actitud altiva, que generaba cierta distancia. A los 47 años, el cubano lleva su experiencia en el alto rendimiento a varios rincones del planeta, y hasta el final de sus días será asociado con aquel récord de 2,45m que consiguió el 27 de julio de 1993 en Salamanca, España. En aquella jornada exhaló un suspiro de alivio y reescribió los libros del atletismo, para transformarse en el mejor saltador de la historia. De hecho, nadie pudo quebrar esa marca hasta hoy, pese a los continuos avances en la preparación física y la tecnología aplicadas al deporte.

Nacido en Limonar, campeón olímpico en Barcelona ’92 y medalla de plata en Sydney 2000, ganador de dos campeonatos mundiales (Stuttgart ’93 y Atenas ’97), cuatro en pista cubierta y tres títulos en los Juegos Panamericanos 1987, 1991 y 1995, entre otros, Sotomayor formó parte del ciclo #ConversacionesLN y trazó un recorrido por su carrera, además de abordar el mal trago de su vida: el doping en Winnipeg ’99.

–¿Cuáles son tus sensaciones cuando el qatarí Mutaz Barshim o el ucraniano Bohdan Bondarenko se acercan a tu récord?

–Me siento un poco nervioso y siempre a la expectativa de que puedan batirlo o no. Llevan tres temporadas acechando el récord, sobre todo en las de 2013 y 2014, no tanto en ésta. A finales de mayo, Barshim llegó a 2,41 y, en estos últimos meses, los dos han dado grandes saltos. Ahora espero que en el Mundial de Pekín hagan marcas que los pongan en el podio.

–Pero esa marca es eterna…

–No, no es eterna. Ya desde mi primer récord del mundo, en 1988, hace 27 años, estaba convencido de que algún día otro saltador me podía superar, ya sea Barshim, Bondarenko u otro.

–Cuando eso suceda, ¿querrás estar ahí presente, verlo por televisión o enterarte después?

–No lo sé, no lo sé, preferiría estar hasta solo. Sería un momento especial, para compartir el dolor con mi gente (sonríe).

–¿Seguís saltando?

–Ya no, temo intentarlo y tener una lesión grave. Si me preparo, 2 metros y algo puedo saltar, pero siempre está el miedo de la ruptura de un ligamento o de un músculo, por eso es que no lo intento. Aunque me mantengo vinculado al deporte, hago...

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