Jan Lisiecki: en un solo concierto, las mil y una noches de un pianista excepcional

Quien siga a Jan Lisiecki en alguna de las redes sociales habrá visto que nos lleva de viaje con él. Fotos de calles de Roma, estaciones de Würzburg, perspectivas de Albania, puentes de Ámsterdam y, ayer, cielos de Buenos Aires. El pianista canadiense está de vuelta, después de esa inolvidable actuación de 2015 en la que tocó los Estudios opus 10 de Chopin, una de sus especialidades (para Deutsche Grammophon grabó también el opus 25). Pero el plan ahora es diferente. Hoy, a las 20, invitado por el Mozarteum Argentino, Lisiecki tocará en el Teatro Colón Nachtstücke, op. 23, de Robert Schumann; Gaspard de la nuit, de Maurice Ravel; los Nocturnos en fa menor, op. 55 Nº 1, en mi bemol mayor, op. 55 Nº 2, en mi menor, op. 72 Nº 1, de Frédéric Chopin, aparte de las Morceaux de Fantaisie, op. 3, de Rachmaninov.

Como resulta evidente, todo el recital está organizado alrededor de lo nocturnal. Pero esta organización no es cerrada, si se piensa que la noche de Chopin o de Schumann es completamente distinta de la noche de Ravel, inflamada por la fiebre de Aloysius Bertrand. La noche tiene muchas caras. "Es exactamente así, y esa es la idea que alienta detrás del programa -explica Lisiecki-. Muchos compositores escribieron música inspirada por la noche, pero las maneras de entender la noche de cada uno de ellos son muy diferentes. Desde esta perspectiva, quedan representados los diversos colores de la noche: tenemos la serenidad, los sueños cargados de magia, acaso las pesadillas, e incluso las noches insomnes".

El viaje de Ravel es muy singular, porque cada pieza de la Gaspard tiene sus detalles. En "Ondine", por ejemplo, pasa algo muy raro. Hacia el final, Ravel indica "sans ralentier". Ya de por sí, esta indicación resulta un poco extravagante, pero además parece anticiparse a la inclinación casi natural de quien toca, que tiende a "ralentier". Así de paradójico podía ser Ravel. "Las indicaciones de Ravel son verdaderamente interesantes, y yo trato de respetarlas todo lo que puedo, incluida esa -dice el pianista-. El efecto de la armonía suspendida hacia el final de 'Ondine' es, en mi opinión, mucho más intenso cuando no existe ninguna preparación, es decir, exactamente como lo indicó Ravel. No deja de sorprenderme qué cantidad de cosas puede hacer uno dentro de los 'límites' que prescribe Ravel, y por lo general las cosas...

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