El irreverente arte de convertir a los candidatos en payasos burlones

Un afiche del candidato Leandro Santoro intervenido por la artista Daniela Colombo

Languidece la campaña electoral en donde lo más llamativo fueron los exabruptos y los furcios. Hay un latiguillo de los analistas políticos en estas ocasiones y es quejarse de la falta de propuestas. No parece un reclamo válido. Un candidato a diputado o a senador explicando sus proyectos no atraería la atención de nadie y está muy bien que así sea. Los ciudadanos no estamos capacitados para evaluar técnicamente un proyecto de ley, pero podemos evaluar las intenciones o la buena fe de los que los presentan.

Lo que los candidatos exponen en una campaña electoral es a ellos mismos: sus coordenadas ideológicas más generales, su presencia de ánimo en condiciones de presión, sus prioridades, su forma de relacionarse con la prensa y con sus colegas, su educación, su empatía. Es una pantalla que deben pasar sin caer al precipicio: con no meter la pata la mitad del camino está asegurada. Los tropezones en esta campaña, por cierto, fueron varios: sexo, drogas y, a falta de rock and roll, casas astrales .

Un afiche de Myriam Bregman después del trazo en aerosol de Colombo

Buena parte de la campaña es, entonces, la imagen . No podría ser de otra manera. Y la imagen no sólo se construye mediante entrevistas y spots de televisión y radio sino también mediante carteles callejeros en donde poco puede haber más que la cara del candidato, su nombre y alguna consigna. A diferencia de los spots, que el receptor recibe de manera relativamente pasiva, el cartel de la calle está ahí, al alcance de la mano, pidiendo a gritos ser intervenido.

A menudo, el votante interpelado, munido de una birome circunstancial, expresa su posición política manchando un diente, dibujando bigotes a las mujeres o insultando a las apuradas sin mayores precisiones ni pretensiones estéticas. No fue lo que pasó con un episodio que llamó la atención: algunos carteles del Frente de Todos fueron modificados con aerosoles de colores, convirtiendo a los candidatos en clones del Jóker, con una prolijidad y una eficiencia que hacía pensar que la intervención era menos casual que las habituales.

Indagando un poco en las redes se descubría que esas intervenciones no sólo se salían de la norma por su planificación y sentido estético, sino también por ser reivindicadas por una persona. En efecto, la cuenta de Twitter Colombo (usuario @EAntorchas ) no sólo se mostraba llevando a cabo su acto de "vandalismo" sino que...

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