La irónica maldición de Cristina

Sir Robert Chiltern , alto funcionario del gobierno inglés y barón elegante y presuntamente probo, se desliza por un fastuoso salón de forma octogonal saludando a sus invitados y oyendo los sones de los instrumentos de cuerda que animan la velada y habilitan el baile. En ese laberinto de canapés y afectación pronto se encontrará con la señorita Cheveley , una mujer alta, de labios finísimos y cabellos de un rojo veneciano, que resulta en sí misma toda una obra de arte. La conversación entre ellos, sin embargo, se desarrollará en voz baja y tendrá un desenlace prosaico: la dama ha invertido en un turbio negocio argentino y necesita que sir Chiltern lo apoye políticamente a sabiendas de que "no es más que una estafa bursátil de las más vulgares". El barón, que posee un dictamen contra el proyecto y su palabra es decisiva, se resiste a semejante pedido, pero se choca con la sorpresiva amenaza de Cheveley: ella sabe que él ha cimentado su fortuna personal en la venta de un secreto de Estado a un especulador de la Bolsa y tiene como prueba una carta incriminatoria. Se trata entonces de un chantaje en el más alto nivel, y el nombre de la Argentina brilla una vez más por una asociación corrupta . La escena constituye el disparador de Un marido ideal , la obra de teatro de Oscar Wilde que inmortalizó aquella sentencia irónicamente lúcida: "Cuando los dioses nos quieren castigar, escuchan nuestras plegarias".

Iban a hacer las cosas mejor, pero la ambición pudo más, y ahora la arquitecta egipcia traga saliva en su laberinto, mientras mira el conurbano regado de gasoil

Los dioses, en efecto, escucharon los rezos íntimos de Cristina Kirchner y resolvieron aplicarle un castigo celestial. Justo a ella y a su Rasputín , que vaciaron todas las cajas, se patinaron todos los caudales del erario, reventaron la tarjeta de crédito y, con la última lágrima de combustible en el tanque, le arrojaron el "muerto" a un sucesor que debía hacer la tarea sucia, y que ellos denunciarían con diatribas mediáticas y toneladas de piedras. El trabajo previsto consistía en actualizar las tarifas y recortar el déficit fiscal; desarmar la bomba y volar en pedazos mientras lo hacía. El problema, como todo el mundo sabe, es que el perejil recurrió a la deuda para atenuar su seguro destino de morgue y que fallaron todos los cálculos porque, aunque hubo una intensa guerra destituyente contra el gobierno constitucional, la destitución esta vez no fue posible, y entonces el "pagador"...

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