El irlandés en su laberinto transparente

Varios años, varias décadas de teoría y de crítica nos enseñaron que era imprudente, además de equivocado, buscar en la obra de un artista correlatos de su vida. En sentido inverso, sin embargo, una obra nos puede ayudar a iluminar una vida. Es lo que pasa con Samuel Beckett. Si se pretende entender al hombre, hay que partir de su escritura. Esta palabra, "escritura", es acaso la más vasta, y también la más precisa, para definir una poética que no está hecha sólo de palabras; después de todo, la prescripción de gestos, los "actos sin palabras", son también una variedad de la escritura.

Busqué otra vez estos días un ensayo breve de Cioran sobre Beckett (se puede leer en la antología Ejercicios de admiración) y sí, ahí estaba la misma especulación: "Desde que conozco a Beckett, me he preguntado con frecuencia (interrogación obsesiva y bastante estúpida, lo reconozco) qué relación puede mantener con sus personajes. ¿Qué tienen en común? ¿Es imaginable una disparidad más radical?" Es en realidad una pregunta que el propio Cioran había vuelto irrelevante unas líneas antes cuando anotó que "si fuese como sus personajes, si no hubiese conocido el menor éxito, sería exactamente el mismo".

Difícil que quien poseyó "el arte inigualable de ser uno mismo" se parezca a otros, a menos que esos personajes fueran improbables versiones multiplicadas de una singularidad irrepetible.

Como sea, Cioran corría con una ventaja crucial: la frecuentación del hombre. Nosotros conocemos a los personajes, igual que él, por los libros y las puestas en escena, pero, defecto insalvable, también al hombre sólo por las biografías. Damned to Fame: the Life of Samuel Beckett, de James Knowlson, o Samuel Beckett: The Last Modernist, de Anthony Cronin, nos dan casi toda la información que necesitamos, y en ocasiones aun más de la que querríamos. Por eso prefiero volver siempre a Cómo fue, el libro de recuerdos de Anne Atik, mujer del artista Avigdor Arikha, muy amigo de Beckett.

A cambio de cronologías y causalidades, Atik nos entrega detalles característicos, justamente esas particularidades en las que podemos ver reflejos de la obra. Cuando, hasta hace unas semanas, me atareé para un ensayo en el vínculo de Beckett con la música, casi nada me resultó más útil que ese libro caprichoso y desordenado de poco más de 150 páginas.

Pero hay más en él que estos pormenores musicales. Es cierto que Atik cuenta con minuciosidad qué piezas prefería Beckett (lieder, siempre, canción de...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR