La invasión

Jorge Luis Sampaoli Moya nació en Casilda, Santa Fe, pero su sitio en el mundo es Santiago: con Universidad acaba de hacerse un festín con el Clausura, la Sudamericana y el Apertura doméstico. Marcelo Gallardo nació, creció y brilló en River, en Núñez, pero ahora es un ícono de Nacional de Montevideo: campeón con lo que le quedaba de vida al jugador y campeón como entrenador apenas nacido, sólo con 35 años. Carlos Ischia es un veterano: no es de aquí ni es de allá, como reza una bella canción. Es profeta en otras tierras; ahora, en Ecuador, precisamente en Deportivo Quito. Hay otras historias exitosas, aunque no es el foco, no es el punto. Son entrenadores que andan dando vueltas por la vida, acá a la vuelta o allá a lo lejos. Son técnicos que apenas empiezan su sendero, son DT que exponen sus libretas de apuntes detrás de cordilleras, en la tierra del café, en suelo guaraní, en el mundo del petróleo o en la liga con más brillo, como la española. Los hay con nombre propio, como Borghi, como Bielsa, como Pekerman, como Simeone. Los hay casi, casi, desconocidos, como Gustavo Quinteros, como Javier Torrente. Hay, eso sí, una suerte de invasión de entrenadores argentinos por el mundo. Hay sed de criollos con anotador y lapicera, con video y laboratorio o, como en la vieja escuela, los que largan la pelota y dicen "haga lo que usted sabe".El asunto no es nuevo: siempre hubo avidez por el conocimiento, la disposición y la capacidad de adaptación de los entrenadores argentinos. Pero en tiempos recientes hay una suerte de pequeña gran revolución. El debut de anoche de Diego Simeone en Atlético de Madrid, un conjunto con una rica historia en el fútbol español, y el arribo confirmado de José Pekerman en el seleccionado de Colombia, un equipo con aires de grandeza, confirman la tendencia que creció en el último semestre del año que pasó. Así como...