Instrucciones para inventarse una vida

Nos enteramos ayer de que, durante sus últimos meses de vida, Ricardo Piglia trabajó doce horas por día para dejar en condiciones de publicación cinco libros en los que venía trabajando, entre ellos, el tercer volumen de Los diarios de Emilio Renzi. Me encontré por última vez con Piglia en los comienzo de su enfermedad, y ya entonces, en esa etapa todavía temprana, los efectos de la esclerosis lateral amiotrófica eran evidentes, aunque no tan evidentes como la voluntad de no concederle el privilegio de convertirse en objeto de pensamiento. Nunca, en toda esa última charla, se habló de la cuestión. Apenas sobrevolaba a veces la sombra del ala de la enfermedad. Como sea, encerrado en el cuerpo (igual que todos, pero más que nadie), Piglia encontró una línea de fuga en la escritura; claro que era una escritura que tampoco podía tener el pulso de su mano, sino que necesitaba de la mano de un tercero, en este caso, la de su asistente, Luisa Fernández.

Pero ¿qué escribió (o reescribió) Piglia en ese tiempo? Centralmente, sus diarios.

Hay algo paradójico y heroico en que un hombre cuyas únicas peripecias exteriores pasaron a ser las penosas peripecias médicas se entregara a un proyecto que pretende dejar registro de lo diverso. ¿Lo diverso? Tal vez sea al revés, y el diario personal sea sobre todo el registro de una monotonía.

La circulación de los diarios de Piglia tuvo sus propias particularidades. Para empezar, lo primero que conocimos de ellos fueron sus entradas más tardías, las del período en el que dictó clases en Princeton, esas que la Galería Jorge Mara-La Ruche publicó en el formidable catálogo para la muestra con trabajos de Eduardo Stupía que se llamó, justamente, Fragmentos de un diario. Salió después, ya bajo el nombre de su personaje, el primer volumen Los diarios de Emilio Renzi. El segundo volumen posterior -el último hasta el momento- fue entonces un poco el eslabón perdido entre el escritor en el umbral del canon y el escritor adolescente que simplemente quiere escribir.

Del mismo modo que en sus cuentos Piglia diluyó los límites entre ficción y crítica, Los diarios de Emilio Renzi...

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