Un inédito agravio a la Justicia y a las instituciones

Cuando faltan pocos días para que jure como vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner demostró, con su desafiante actitud ante los magistrados que la juzgan en la causa Vialidad, que no ha cambiado nada: que desprecia al Poder Judicial, que es capaz de intimidar y amenazar a los jueces y que está dispuesta a prácticamente cualquier cosa para asegurarse impunidad. En otras palabras, que el autoritarismo y la falta de respeto por la división de poderes siguen formando parte de su naturaleza.Durante su declaración indagatoria, convertida en un largo monólogo en el que no aceptó responder preguntas, la expresidenta de la Nación insistió en su viejo relato según el cual ella se considera víctima de una persecución política, judicial y mediática. A esos gastados argumentos sumó una sucesión de desplantes hacia quienes tienen la tarea de juzgarla como presunta jefa de una asociación ilícita que, desde el Estado, habría beneficiado a Lázaro Báez con contratos millonarios de obra pública en Santa Cruz, en una burda trama en la que se mezclan negociaciones incompatibles con la función pública y maniobras de lavado de dinero que habrían tenido a la familia Kirchner como beneficiaria.Sin el más mínimo respeto por la investidura de los jueces, Cristina Kirchner los acusó de tener ya la sentencia escrita y afirmó que las preguntas debían contestarlas los magistrados y no ella, al tiempo que sostuvo que la historia ya la absolvió y que seguramente condenará a los integrantes del tribunal que la juzgan.Se ha escuchado que los miembros del Tribunal Oral Federal Nº 2, quienes asistieron impávidos a los llamativos agravios de la expresidenta, debieron actuar con mayor rigor y sancionar el eventual desacato de la imputada. Lejos de ser cuestionable, la actitud de los jueces Andrés Basso, Rodrigo Giménez Uriburu y Jorge Gorini, quienes dejaron que la acusada se explayara con absoluta libertad, es digna de elogio. No cayeron en la celada que pretendió tenderles quien, de pronto, quiso constituirse en fiscal y jueza de quienes tienen el deber de juzgarla. Los magistrados no respondieron a la burda provocación de Cristina Kirchner y, por el contrario, exhibieron la necesaria equidistancia, sin dar en ningún momento lugar al objetivo de la acusada: tildarlos de parciales y recusarlos.En todo caso, fue la expresidenta quien perdió la oportunidad de hacer una adecuada defensa jurídica, optando en su lugar por un discurso político que distó de...

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