Indpendiente, nada que festejar

Todo parece costarle demasiado a este Independiente, al que no le sobra nada. Este equipo, que extraña muchísimo la habilidad del lesionado Patito Rodríguez, abunda en carencias. Y esas limitaciones quedaron expuestas anoche, en el 0-0 con Argentinos, en un concierto de errores, con un empate que no le sirvió a ninguno de los dos. Porque Independiente necesitaba ganar para acortar distancias con el grupo de vanguardia, más allá de que todavía tiene un partido pendiente, y porque el Bicho todavía está huérfano de triunfos en el Apertura, a tal punto que, en la despedida, sus hinchas exigieron "que este jueves tenemos que ganar", en referencia al debut en la Copa Sudamericana, nada menos que frente a Vélez.Como le ha pasado en las últimas semanas, Independiente volvió a dejar una imagen opaca, que ni siquiera revirtió con ese envión del final. Porque durante un largo rato ambos jugaron a no perder. En un duelo de bajo nivel, en una cancha de dimensiones ya de por sí reducidas, los espacios se redujeron al mínimo, en la misma medida en que se amontonaron los jugadores y los temores de unos y otros, y quedó la impresión de que estaban más preocupados en que el otro no tuviera la pelota más que en saber qué hacer cuando se contaba con el balón.Dentro de ese contexto, quedó claro muy rápido que una de las cosas que le faltaron al Rojo fue ambición. Jugó la mayor parte del encuentro con cuatro defensores, con Vélez sumándose como quinto elemento a la zaga cada vez que Argentinos buscaba progresar. En ataque, Parra tenía que retroceder hasta la mitad de la cancha para entrar en contacto con la pelota, y Marco Pérez no encontraba terreno para hacer valer su explosión y velocidad. Dentro de un terreno escaso, era necesaria mucha precisión. Y esa fue otra carencia, porque los volantes de ambos equipos se equivocaron muchísimo en los pases.En esa primera mitad, Argentinos fue un poco mejor, pero le faltaron sociedades futbolísticas. El equipo de Pedro Troglio contó con Emilio Hernández, Pablo Barzola y Gustavo Oberman, pero se juntaron muy poco. El local tuvo el dominio de la pelota, pero la realidad es que muy pocas veces supo qué hacer con ella, y se repitió en pelotazos en busca de J. J. Morales, que perdía una y otra vez contra la solvencia de Milito -se lo vio más solvente, y hasta se animó a proyectarse- y Julián Velázquez. Recién al final tuvo una ocasión muy favorable, con un cabezazo de...

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