Imprescindible: hoja de ruta para gobernar

Conferencia de prensa del presidente Alberto Fernández en París.

Si hay algo en lo que Alberto Fernández se mantiene férreo, y sin los cambios habituales con que aborda la mayoría de los temas, es en su decisión (casi se diría, su jactancia) de no contar con plan alguno. Una política de Estado -ruinosa- pero, al fin, una decisión en la que se viene manteniendo firme en los tres años que lleva su gobierno. En lo único que es previsible, paradójicamente, es en no tener plan, más allá de los deseos retóricos y generalistas que declama con frecuencia.

¿Puede haber algo peor que un mal gobierno? Sin la menor duda lo es un gobierno sin plan. Una administración puede ser fallida si todo lo que tiene previsto implementar le sale mal por las razones que sean, pero al menos conocer ese rumbo permite a la sociedad y a los sectores productivos una mayor previsibilidad para aprovechar o protegerse de esas mismas medidas. Una gestión sin plan maestro es mucho peor, aun cuando pudiera acertar algunas de sus decisiones, porque somete a constante incertidumbre a los agentes económicos y a la población en general que, a su vez, tampoco pueden planificar sus vidas y negocios con mínimo sentido común. Solo les queda reaccionar a las apuradas y precariamente cuando se producen a los ponchazos medidas imprevistas.

Un gobierno sin rumbo definido, además, quita autonomía a ministros y demás colaboradores del Presidente, a los que solo les queda avanzar a tientas, sin tomar mayores riesgos, para no ser desautorizados de palabra o en los hechos en cualquier momento. Pero hay algo todavía muchísimo peor para un equipo gubernamental sin plan que es circunscribirse solo a atender los imponderables de cada día.

Eso es algo de lo que tampoco zafa un gobierno con un plan pero, al menos, al tenerlo, más allá de ocuparse de las emergencias que impone la coyuntura, seguirá avanzando lentamente en las líneas motrices de lo que se propuso. En cambio, la gestión que no se fijó previamente objetivos concretos solo será un bombero que procurará apagar los incendios que se presentan (muchas veces, generados por su misma improvisación).

El peculiar experimento de Sergio Massa al frente del Ministerio de Economía procura llenar en parte ese vacío programático tan patente en la actual administración. Funciona como una suerte de exoesqueleto -esas armazones que rodean el cuerpo de un discapacitado para devolverle movimiento a las partes inertes-; un recurso ciertamente limitado...

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