¿Ilustre ciudadano?

Casi 3 millones de personas viven en la capital de la República, pero solamente 10 pueden ser premiadas con la "Ciudadanía Ilustre", distinción que otorga la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires mediante una ley especial aprobada por los dos tercios de sus miembros. Pueden recibirla personas físicas, argentinas, nacidas en la ciudad o residentes en ella durante una década y que se hayan destacado por la obra y la trayectoria desarrollada en el campo de la cultura, la ciencia, la política, el deporte y la defensa de los derechos amparados por la Constitución nacional y por la Constitución porteña.

¿Cómo explicar en este contexto que un órgano que representa a los ciudadanos de la ciudad pueda pasar por alto elementales exigencias que rodean a un premio como éste? A tono con las estrofas del siempre vigente "Cambalache", de Discépolo, en tiempos en que una estrepitosa y desvergonzada corrupción ha pasado a estar tristemente de moda, llama a la reflexión que una mayoría dentro de la propia Legislatura baje la vara al punto de premiar lo que debería más bien avergonzarnos.

El pasado 13 de junio, con la presencia de autoridades del gobierno de la ciudad y personalidades del ámbito académico y político, el rector de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Alberto Barbieri, recibió el premio "Ciudadanía Ilustre" que aprobó la Legislatura en marzo de 2015. La distinción, a decir verdad, era parte de un paquete de leyes que muchos quisieron que se votaran separadamente con el sano propósito de no cometer gruesos errores, pero no lo lograron. Lo paradójico es que el reconocimiento de la Legislatura llegó por partida doble: alcanzó, en este caso merecidamente, a estudiantes de la UBA que obtuvieron los primeros lugares en competencias jurídicas internacionales.

Desde estas columnas ya nos hemos ocupado de denunciar las graves irregularidades en torno de este funcionario a cargo del órgano directivo clave de los destinos de la universidad más grande del país. Tras 38 años de docencia, dejó el vicerrectorado para asumir en 2014 la continuidad de Rubén Hallú; fue por amplia mayoría de votos y con mandato hasta 2018, en medio de violentas revueltas estudiantiles. Hábil político, de buenos vínculos con La Cámpora y Franja Morada, Barbieri se alió al radicalismo para llegar al rectorado y prometió "apertura y pluralidad" para lo cual llamó "a la reflexión y al diálogo". Luego, se mostró también cercano a Daniel Scioli, quien ya lo había ungido...

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