Una Iglesia más limpia y menos cerrada

Tal vez la coherencia sea el rasgo más destacado del Papa que conmovió al mundo en los últimos días. El pontífice que explicó en Río de Janeiro gran parte de las innovadoras políticas que tendrá su gestión al frente de la Iglesia es exactamente igual que el cardenal . Quienes lo hemos escuchado con frecuencia podemos dar fe de que hay un solo Bergoglio, papa o cardenal. La única novedad consiste en que ahora es papa y no cardenal. Es el máximo líder de la Iglesia quien expone y ejecuta esas políticas. La diferencia no es menor: el Papa expande sus ideas por el mundo y las hace realidad, mientras un cardenal sólo opina o, en el mejor de los casos, aplica sus puntos de vista en la acotada geografía de su diócesis.se mueve en el centro de tres círculos muy definidos. El primero, que es también su prioridad, son los asuntos imperdonables, los conflictos que se propone resolver para restituirle a la Iglesia su plena autoridad moral. Por ejemplo, la corrupción de la curia romana y la pedofilia de muchos religiosos. Hay otras prácticas que detesta (la insensibilidad social o la arrogancia política, por ejemplo), pero no tienen la importancia de aquellas dos en el corpus de http://www.lanacion.com.ar/1605663-otro-gesto-impactante-de-francisco-quien-soy-yo-para-juzgar-a-los-gays.Las prácticas inmorales de una parte de la curia romana no son una novedad para un papa que llegó del confín del mundo. Las conocía antes de viajar a Roma para participar del cónclave que lo convertiría en pontífice. Conocía los nombres de algunos cardenales y obispos que se habían dejado llevar por la tentación del dinero fácil y sabía hasta cómo lo hacían. Honesto sin fisuras, Francisco ya ha dicho que la corrupción no tiene perdón. Fue una de sus primeras definiciones como papa. Pero ¿cuántas veces había dicho lo mismo como arzobispo de Buenos Aires? ¿A cuántos jerarcas políticos, de diversos signos políticos, ofendió con esas palabras? Lo dijo muchas veces y ofendió a muchos que debían colocarse ese sayo.El segundo círculo constituye casi una obsesión del papa Bergoglio: abrir la Iglesia, convertirla en más dialogante que dogmática, llevarla cerca de los sectores más desfavorecidos de la sociedad y no cerrarle las puertas a nadie. El diálogo y el perdón han sido siempre constantes en su prédica y en su acción. Sin el apoyo decidido del entonces cardenal de Buenos Aires, el Diálogo Argentino que lideró la Iglesia durante la gran crisis de principios de siglo no hubiera sucedido nunca...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR