Ser iberoamericano, una singularidad con anacronismos y contradicciones

CIUDAD DE MÉXICO.- Quince años después de la constitución del Foro Iberoamérica, un libro con artículos de homenaje a su principal inspirador, el gran escritor mexicano Carlos Fuentes, ha puesto de relieve que las diferencias entre nuestros países se han replegado en medio de la afirmación creciente de todo lo que vincula a nuestros pueblos. La cultura anuda sentimientos y razones como cordel sustancial de los lazos comunes.

Fuentes soñó que el Atlántico no era una frontera con Europa; era el puente para el sincretismo entre los elementos indo-afro-iberoamericanos y las culturas que el ex presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso señala en su artículo como tributarias del cristianismo, el islamismo y el judaísmo. Por uno de los dos puentes -el del Atlántico y el del Pacífico- todos estamos en esta región, que se extiende de Alaska a Tierra del Fuego, con una condición compartida: la de inmigrantes.

Como lo decía Fuentes y lo retoma Ricardo Lagos, otro ex presidente americano, para explicar a quiénes abarca este fenómeno: "De los que llegaron por Bering hace 30.000 o 60.000 años al último trabajador que cruzó anoche la frontera de Tijuana y San Diego". Y por cierto, a los que descendimos por el Atlántico de los barcos.

Lagos dice que Fuentes reconocía a México en Buenos Aires, en Bogotá, en Santiago de Chile. Cardoso, por su parte, recuerda que después de haber estudiado años en París llegó a Buenos Aires y allí, sí, se reconoció por fin a sí mismo como brasileño en un ámbito con esencias que resultaban familiares. Como iberoamericanos, constituimos una singularidad que se expresa desde el arte y las letras hasta las más mínimas manifestaciones de la vida cotidiana y que no se anuncia, sin embargo, con tanta claridad en la política, observa otro ex presidente, Julio María Sanguinetti, de Uruguay.

Cargamos con sentimientos y sensibilidades políticas que marcan por momentos un abismo entre ese Brasil en que la presidenta Dilma Rousseff pronuncia un discurso de conciliación horas después de su nuevo triunfo electoral o el presidente uruguayo, José Mujica, ex guerrillero que pasó en prisión más de diez años, dice que no peleó para tener ancianos en la cárcel, y por otro lado, los países que han resuelto vivir más atados al pasado. Octavio Paz hubiera escuchado con atención al presidente uruguayo a punto de concluir su mandato. Para el autor de El ogro filantrópico, la historia es el lugar de encuentro entre los hombres; no sólo para la...

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