A la hora del balance, el kirchnerismo quedó entre la autocrítica y la reacción

Carlos Zannini lo puso en sus propios términos. "Nos faltó hablar del futuro." Ésa fue su primera conclusión de la campaña que terminó con los peores resultados electorales de los diez años de kirchnerismo.Fue el lunes por la tarde, en una charla con otros funcionarios del gabinete en la Casa Rosada, cuando el secretario de Legal y Técnica y mano derecha de Cristina Kirchner hizo su evaluación de la derrota.Ese día, la Presidenta pasó la tarde en la quinta de Olivos, y en Balcarce 50 los despachos oficiales se convertían en tertulias con el sabor amargo del día después.Los análisis sobre los resultados electorales comenzaron en la misma noche del domingo en el impenetrable piso 19 del hotel Intercontinental y siguieron hasta la madrugada.Lejos de irse a dormir, tras su discurso y con los números del escrutinio frescos, la Presidenta se volvió a la suite presidencial y pidió informes de todo tipo."Quiero saber cómo jugaron los intendentes", reclamó. Un testigo confió que hubo quienes enseguida comenzaron a sospechar de los jefes comunales y que fue Máximo Kirchner, el hijo de la Presidenta, el que evitó que en esas primeras horas se descargara la bronca contra los hombres del conurbano."No hubo traición", se le anticiparon a la jefa del Estado algunos de sus funcionarios, incluido su hijo, que viajó con ella desde Río Gallegos, donde votaron, y se instaló a esperar los resultados pegado a una computadora y al televisor.Testigos contaron que en medio del clima de tensión de aquel búnker presidencial, Máximo fue el que más contuvo a su madre y frenó a un colaborador presidencial que pretendía repartir las culpas en los municipios.En frío, del análisis que le llevaron a la Presidenta el lunes se desprendió que hubo muy pocas diferencias de votos distrito por distrito y lejos de hablar de traiciones, como hace cuatro años lo hizo Néstor Kirchner, se inició un operativo de contención hacia los jefes comunales.El cuidado que mantuvo esta vez el Gobierno con los intendentes, a quienes se ocupó de llamar casi uno por uno y de invitar a reuniones, tiene eje en el temor al doble juego que podrían hacer en octubre para salvar sus propios concejos deliberantes en detrimento de la figura del candidato del Frente para la Victoria, Martín Insaurralde.Un poco por instinto y otro poco por orden de la Presidenta, un batallón de funcionarios salió a contener a los jefes territoriales. La primera catarsis llegó el martes, cuando en la sede del Frente...

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