Homenajes públicos y culto abusivo de los personalismos

Si los bienes de dominio público pudieran ser sumados al patrimonio de las personas con cuyos nombres fueron bautizados, muy probablemente Néstor Kirchner se convertiría en el mayor propietario de la Argentina.

Desde su fallecimiento, en octubre de 2010, calles, parques, avenidas, rotondas, bulevares, piletas de natación, terminales de transporte, hogares de día y de noche, distribuidores de tránsito, bustos, paseos costeros y salones de usos múltiples fueron bautizados con su nombre. También hospitales, aulas, bibliotecas, edificios, playones de estacionamiento, salas de cine, granjas, un centro cultural, una central nuclear y hasta un canódromo. Lo notable es que en muchos casos esto ocurrió a las pocas horas de haberse producido su deceso.

El caso de Néstor Kirchner no es el único, ciertamente, pero es el más paradigmático. Lo que pretende ser un homenaje a una figura pública termina siendo una carrera desesperada por llevar los personalismos hasta su máxima expresión sin tener en cuenta la necesidad de contar con un amplio consenso al respecto.

Los bienes muebles e inmuebles del Estado, así como los espacios públicos, no deberían ser utilizados con fines proselitistas por aquellos movimientos o partidos políticos...

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