Un hombre corpulento, un actor gigantesco

Recital de Gérard Depardieu / Pianistas acompañantes: David Fray y Emmanuel Christien / Músicos en carnaval de los animales: Federico Mouján y Mayumi Urgino (violín), Ignacio Gobbi (viola), Marina Arreseygor (cello), Karen Sano (contrabajo), Alejandro G. Romero (flauta), Sebastián Tozzola (clarinete), Joaquín Pérez (xilofón y glockenspiel) / Sala: Teatro Colón / Nuestra opinión: muy bueno

Gérard Depardieu ingresó en el Colón con paso vacilante, sin saber muy bien dónde instalarse frente a una sala semivacía. Dos horas después se fue con aire triunfal, envuelto en una ovación que sonó como si el teatro estuviese colmado. Entre un momento y otro pasaron varias cosas, la mayoría de ellas ligadas con el temperamento de un actor monumental que encontró el espacio propicio para desplegar toda su condición de animal de teatro. Y al mismo tiempo justificó, al final de un espectáculo inesperadamente rico en variantes, su presencia en la más importante sala lírica de la Argentina gracias al cruce musical y teatral de altísimo vuelo de El carnaval de los animales, de Camile Saint-Säens.

"Yo no soy Al Pacino", dijo risueño Depardieu cerca de la despedida. La mención no fue casual ni azarosa. El fantasma de la muy comentada presentación del actor estadounidense acompañó la presencia del francés en Buenos Aires desde el mismo momento en que se supo que iba a presentarse, como Pacino, en el Colón. ¿Habrán temido muchos la repetición de aquél autohomenaje multitudinario y muy celebrado, pero que tuvo poco y nada de teatro? ¿Habrán influido el cansancio de fin de año, las altísimas temperaturas, la intimidación que todavía provoca en algunos el Colón para que una actuación de Depardieu en Buenos Aires no haya despertado el interés que a priori podría imaginarse?

Lo cierto es que el francés no repitió el modelo Pacino. Vino a hacer teatro, con eje en dos personajes que conoce muy bien porque los interpretó en la pantalla (Ruy Blas y Cyrano de Bergerac). Pero actuó ante un Colón semivacío, con menos de la mitad de la platea ocupada, la mayoría de los palcos vacíos y muestras aisladas de entusiasmo en los balcones superiores. Esa certeza ya estaba en la calle a las 20, la hora oficialmente anunciada para iniciar la función, cuando las magras filas de asistentes aguardaban todavía que se abrieran las puertas del teatro.

Media hora después se apagaron las luces y tras la primera aparición del magnífico pianista David Frey, Depardieu entró en escena, bajó con...

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