La historia de amor de Almudena Grandes y Luis García Montero

Luis García Montero y Almudena Grandes, en 2016

A primera vista y para un marciano que aterrizara ante una biblioteca cualquiera, son dos autores en la misma estantería, letra G, apenas separados por unos cuantos González o Gil: Luis García Montero y Almudena Grandes . Poca cosa entre un poeta y una novelista de un mismo tiempo, misma inicial y una literatura tan unida en sensibilidades como dispar en géneros. El extraterrestre en cuestión podría dejarlo ahí, pasar a la H, a la I, o pararse a leer. Encontraría entonces rastros luminosos, guiños cruzados de una relación entre dos autores que no solo se amaron, sino que se enriquecieron mutuamente en el plano creativo y que dejaron señales vibrantes para la historia de la literatura, tanto la que se escribe con mayúsculas como la que se forja en minúsculas. Si el aterrizaje del marciano se produjera en estos días, además, se encontraría con que ya no solo les separan esos cuantos intrusos en la estantería, sino la dolorosa línea entre la vida y la muerte porque ella, la novelista, falleció el pasado 27 de noviembre de un cáncer a los 61 años .

María Almudena Grandes Hernández tenía 32 años, un hijo pequeño y dos novelas publicadas cuando conoció a Luis, poeta granadino de 34 años con otra niña pequeña y varios poemarios con el que coincidió en los encuentros literarios de Verines (Asturias) en 1992. Su estreno había sido apoteósico con Las edades de Lulú (1989), que no solo había obtenido el premio de novela erótica La Sonrisa Vertical sino que además había conectado con un público hambriento de pasar página, de modernidad. La España de esos días ansiaba salir del blanco y negro, de la ranciedad heredada y ahí estaba Grandes, hija de poeta, historiadora de formación, lista para captar el pálpito de ese tiempo. ¿Y él? Profesor de Universidad, poeta mal vestido —según fuentes bien informadas— pero con una calidad y notables premios como el Adonáis o García Lorca que le habían puesto ya de sobra bajo los focos. Ella estaba casada y, él, emparejado con su novia de toda la vida.

Foto de boda: Luis García Montero y la novelista Almudena Grandes durante su matrimonio civil, celebrado en 1996 en el Ayuntamiento de la localidad granadina de Santa Fe

"Cuando nos conocimos en Verines, yo acababa de publicar un librito con Muñoz Molina sobre por qué no es útil la literatura y se abrió el debate en torno a este asunto", rememora hoy el poeta sin dar tregua a un gran sentido del humor. "Estaba muy reciente Las edades de Lulú , ella dijo que no creía en la utilidad de la literatura, y yo le dije: ‘Pues a mí tu libro me ha servido cuatro o cinco veces", sonríe él. "Ella me miró, entendió y así comenzó nuestra historia".

La chispa que brotó en aquella casona asturiana encontró mecha en otros encuentros literarios en los que, muy pronto, los amigos de ambos empezaron a darse cuenta de que ahí nacía algo mucho mayor que un tonteo o una amistad, que también. A finales de ese mismo 1992, Eduardo Mendicutti, enorme amigo de Grandes, conoció al poeta, al que ya había leído y del que ella le hablaba enamorada. "Habíamos ido juntos a Granada, llegó Luis y ella me dijo a mí solo: ‘Mira que me gusta este tío, pero hay que ver lo mal que viste", rememora Mendicutti, dolorido por su muerte, pero risueño. "Ella estaba decidida, completamente lanzada".

Corre la leyenda entre los amigos de ambos de que Mendicutti le advirtió a ella contra ese poeta porque no le convenía, pero él no lo recuerda y quien recuerda la base del mito es el propio Luis, que no solo escuchó involuntariamente el comentario sobre su forma de vestir mientras descargaba las maletas de ambos...

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