Grandes retratados por lo efímero

Es todo tan efímero en el fútbol argentino! Salvo la violencia, los barras y las deudas millonarias de los clubes por pésimos manejos dirigenciales, el resto, lo deportivo en sí, puede durar un suspiro. Tomemos, si no, a los más grandes...

Aquel River de los ocho superclásicos invicto de 2014, del segundo semestre que generaba admiración de propios y extraños, pasó a una versión más previsible y permeable. Hasta se enfatizaba en que poseía una defensa de "selección"; con una zona media equilibrada, un estratego con pie de Beckham y atacantes implacables, más un puñado de chicos pujantes que en el corto plazo resolverían pequeños-grandes problemas. Incluso, un presidente exitoso como D'Onofrio, que cambió la ecuación de una devastadora dupla: Aguilar-Passarella. Algo así como "El día después de mañana".

¡Es todo tan efímero! Boca miraba con recelo y le apuntaba a Angelici, entre otras cosas, por la eyección de Riquelme. Pesaban también los conflictos de vestuario, la sequía de títulos y aquel regreso sin gloria de un intocable como Bianchi. Muchos motivos para fastidiarse, potenciados por la felicidad ajena.

"¡Quiero emborracharme de copas!", aventuró, con osadía, D'Onofrio tras la conquista de la Recopa Sudamericana, para atenuar las dudas que sembraron los sopapos veraniegos de Boca. Pero se advertía la mutación. La "defensa de selección" empezó a tener más grietas que la sociedad argentina, a la vez que la xeneize ganaba en confianza con un par de retoques. Los goles que antes entraban desde cualquier ángulo para el equipo de Gallardo ahora se erran dentro del área chica, y los partidos cerrados otrora con la mínima ventaja hoy, con dos goles arriba, están más abiertos que nunca. Y el sueño mayor, la Libertadores, a punto de naufragar prematuramente.

Boca, hoy, es como aquel River...