Un gran director que el sectarismo silenció

Es bastante poco probable que cuando se habla de grandes directores norteamericanos alguien mencione a Abraham Polonsky. No porque no lo haya sido, sino porque suele recordárselo más como una de las víctimas de la caza de brujas desatada hace poco más de 60 años en Hollywood. Quizá en pocos como en este guionista y director neoyorquino de cuyo nacimiento acaba de cumplirse un siglo fue tan dañino el efecto del macartismo. Acababa de firmar dos trabajos brillantes, cuando la persecución ideológica le impuso su mordaza por haberse negado a declarar ante el tristemente célebre Comité de Actividades Antinorteamericanas. Debió pasar veinte años escudado en seudónimos para escribir, cuando pudo, libretos para TV. Total, que hubo un bache de dos décadas entre su primer film y el segundo, y sólo llegó a realizar uno más, que resultó perjudicado por una mediocre distribución.Hay quienes opinan que la falta de un justo reconocimiento también se debió a que él mismo nunca se había propuesto llegar a Hollywood: lo que quería era ser novelista. En su familia de inmigrantes rusos judíos del Bronx, se había familiarizado con la literatura y las ideas socialistas, en las que ahondaría durante sus estudios en el City College y en Columbia, donde se doctoró en derecho. Combinó algún tiempo la profesión con la enseñanza, pero pronto se volcó a la escritura. Ya se había afiliado al partido comunista cuando en 1940 publicó su primera novela, The Goose is Cooked , pero fue una segunda, The Enemy Sea , mezcla de historia bélica con alegato antifascista...

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